martes, 23 de julio de 2013

Sueño

He dormido poco.No sé porqué. Hice la siesta pero no el tiempo suficiente para privarme de las ganas de dormir. JC dirá que fue el café que me tomé por la tarde. Es posible, no digo que no, pero antes no me afectaba.

El caso es que no me costó conciliarlo solo que he ido despertándome a tramos hasta acabar en un duermevela no del todo desagradable pero cansado. Así que hace un rato ya largo he encendido la luz, he pelado cebolla, cortado pimientos y calabacines y allí están, en la sartén, cocinándose.

Ya voy, ya voy a por el cocodrilo (Ginés entenderá esto: el relato de hechos comunes que nos pasan a casi todos es por su obviedad aburrido, a no ser que entremedio pase algo que rompa esa "comunidad"). He tenido sueños eróticos. Vale, tampoco es tan raro, pero al contrario de lo que pueda parecer suelo tener pocos de ellos. Supongo que soy incapaz de mantener la tensión sexual para ello. La resuelvo antes de dormir si eso. Creo recordar que estaba en Galicia. Una Galicia imaginaria ya que no he estado nunca.Por una de esas cosas de los sueños iba con mis hermanas, visitando por lo que parecía al novio de una de ellas, que no es que tengan novios pero esta noche en mi sueño, sí. Recuerdo poco de los actos sexuales en sí. Sé que uno es al llegar y dentro de una habitación que pese a no conocerla, me resultaba familiar. Era un poco como la que hay en la casa de Pedralba, mucho más grande y destartalada, sin ángel ni concierto. Tampoco y siento si esto puede molestar o dar sensación de engaño, recuerdo con quién tuve el encuentro. Se me ha quedado mucho más marcado las miradas de mis hermanas que sabían que había sucedido en esa habitación. Algo así como... ¿Conmiseración? ¿Escándalo? pero lo que predominaba era una especie de resignación divertida que decía: a nuestra hermana pequeña hay que vigilarla y protegerla.

Después de aquello me sacan de la casa para alejarme del peligro, supongo y para visitar aquella especie de pueblo. Carreteras, túneles extraños, tiendas llenas de objetos antiguos y lo que es casi peor, la gente más antigua todavía: Mujeres vestidas de negro, con pañoleta al cuello y el cabello cubierto. Hombres con bastón, pelo cano, pantalones de pana gruesa (mi subconsciente se pirra por los clichés, creo). Así que, mientras mi familia se encuentra con la familia del novio inexistente de una de mis hermanas, yo me pierdo voluntariamente por el simple procedimiento de seguir caminando hasta llegar lo que parecía el fin de la tierra o puede que solo un precipicio bien disimulado por la vegetación. Que no sabía yo que había palmeras robustas y más bien enanas en Galicia. Trato de sujetarme a alguna de ellas porque todo el suelo de mi alrededor se desmorona, se resbala cayendo a la nada. Me resulta imposible, las hojas se me escurren de los dedos o tengo que soltarlas porque cortan mis manos. Hasta que alguien, tampoco sé quien es, ni recuerdo su cara, me retiene y tira de mí hasta un terreno firme.

Debo ser muy agradecida en los sueños, aunque no puedo decir si ese fue el motivo o fue cualquier otro, la cosa es que termino (terminamos el héroe de los sueños y yo) con un encuentro sexual, pero no allá en los confines del mundo rodeados de palmeras enanas y robustas, sería demasiado simple y sobre todo, demasiado prudente: terminamos haciéndolo en una de esas tiendas por las que antes he pasado, con los lugareños vestidos de antiguos, pasando libremente a nuestro lado e incluso creo recordar, que mirándonos con una intensidad inmoderada  y como no, descubierta por mis hermanas que deciden que hemos tenido bastante viaje. Lo último que recuerdo es que me arrastran a la habitación destartalada, que me recuerda a las de la casa de Pedralba, hablando entre ellas de mí, como si yo no estuviera y que empiezan a hacer las maletas para irnos. Creo que lo que pensaban se podría resumir en: a esta no se la puede sacar de casa.

No puedo llamarlo un sueño erótico, por mucho sexo que hubiera. Recuerdo mucho más el resto de elementos. Tampoco me he despertado con una sensación de calentura o frustración. No, más bien ha sido de diversión por la actitud de mis hermanas ante todo el asunto. En el sueño no estaban realmente enfadadas conmigo. Estaban como... bueno, así es ella.

Ya están las verduras hechas, nada del otro mundo, con un poquito de carne picada y especias. Ahora a la ducha y a comenzar mi vida externa. Preveo que hoy pasaré sueño.


jueves, 18 de julio de 2013

De mi sofá y otras cosas

Me he despertado empapada. Me dormí con la ventana cerrada y en el sofá del salón.
Aunque me haya quedado claro que no es el mejor lugar del mundo (ni siquiera del pequeño mundo que es mi casa) para dormir, me empeñó en quedarme dormida en él. Y eso que le tengo cierto resentimiento. Sé que es absurdo tenérselo. Lo he hecho mío a costa de romperme de vez en cuando la espalda en él. Pero sigo teniéndoselo. No me gusta y lo oculto bajo fundas. Me quedo siempre a medio camino, porque la compré (la funda) de color chocolate para añadirle alguna tela clara o llamativa y unos cuantos cojines... Y no llegué a hacerlo.
Prefiero no pensar en ello como metáfora de mi vida.
Hay cosas que termino quizá no de la mejor forma posible, aunque tampoco sé bien que dictamina eso. O quién. Siempre hay una imagen previa ideal de como deberían ser las cosas. Y esa imagen si lo pienso bien viene de la literatura, de las películas o de las series. Es decir, de un mundo ficticio que aunque tiene apariencia de realidad no es real. Y qué, un buen señor o una buena señora ha creado y resuelto con su drama, sus puntos de giro, su sorpresa final y que no suele funcionar en la realidad.

Ayer hablando con una orientadora (ahora se llaman así los asistentes sociales, no tengo ni idea de porqué) me dijo que era "excesivamente empática".  Y además una empática equivocada. Es gracioso porque estuve a punto de preguntarle si es que leía mi blog (sé que no, pero...). Concretó diciendo que ser empático no es imaginar que sienten los demás, si no "reconocer" que sienten los demás.

Vale, tocada y hundida. Tiene toda la razón. Me ha costado años y estar muy jodida llegar a la misma conclusión. Si es que debería haber estudiado más... Ah, joder, no! que hablamos también de la culpa. Con lo que me gusta a mí una buena culpa... y va y me dice que vivir con alguien que no se quiere equivale a mentirle y engañarle (los secretos del alma es mejor guardarlos en la caja fuerte de la mente). Y que al decidir dejar de hacerlo no solo había actuado bien para mí, si no también para él. Visto así... Aunque creo que así lo ve ella y es posible que yo también. Estoy bastante segura que él no.  Me sorprendió que diera por hecho que fui yo quién di el paso, quién se sentía así de mal. Sobre todo porque no le había contado nada de aquello. ¿Se me leerá en la cara?

Me dijo más cosas por supuesto. Cosas extrañas como que uno lo hace lo mejor que puede y que si te equivocas puedes rectificar. Intentarlo otra vez. Y supongo que otra y otra y todas las veces que sean necesarias.

Yo pienso, que no necesariamente es la verdad, es que hay equivocaciones que no tienen arreglo. Como este viejo sofá. Me equivoqué al aceptarlo cuando me lo dieron y por mucha funda que le ponga, por muchos cojines que le compré, no dejará de ser estrecho, el relleno duro, los almohadones se seguirán deslizando y seguirá sin gustarme. Lo suyo sería tirarlo y comprar uno nuevo. Pero no siempre se puede.

sábado, 13 de julio de 2013

Un año más

Las semanas se llena de contrastes y el tiempo se escurre entre mis manos. Me prometí escribir más, que no sé si mejor. Repasar o reelaborar o sin cambiar mis propias palabras: trabajar en los relatos que tengo por ahí para darles el pulido necesario, ya que han surgido del Taller de Ginés, que terminó este jueves.

Y con esto vuelvo a la idea de que el tiempo adquiere una velocidad que ya quisieran los de las carreras de coches de los domingos (poca afición se me nota). Ayer fue mi cumple.

 No me ha dado por mirar atrás. Pero tampoco hacia delante.

El caso es que estoy escribiendo esto y después de releer la frase me doy cuenta que no es cierto (podría borrarla, pero esto es un discurso interno, un monólogo interior). Pero no porque fuera mi cumple, más bien porque soy de mucho pensar, demasiado. La imaginación se me dispara y empiezo con los "isi". Ya sabéis: y si hubiera hecho, y si no hubiera, y si aquello... No tienen mucho sentido los "isis", no se pueden cambiar. Y sin embargo la insistencia de mi mente en estos juegos me hace pensar que es la manera en la que el yo inconsciente quiere que mi yo de andar por casa, aprenda. No sé si lo conseguirá. Mi mente que es dispersa juega a recrear, a cambiar y a mantener conversaciones imaginarias. Si es la hora de dormir, acabo por hacerlo aferrada a un cuento que nunca escribiré aunque lo recree mil veces.

He cambiado. Claro que lo he hecho. Más de lo que preveía, creo. Me cuesta más reír, aunque la sonrisa este casi siempre en mi boca. Me es más difícil mostrarme. Soy más reservada aunque lo disimule mejor que antes y pueda parecer lo contrario. Guardo mucho para mí. Espero cualquier cosa del otro, de lo malo y de lo bueno. Comprendo mejor "lo malo" porque conozco más mis propias sombras, mis debilidades, mis miedos.  Me fio más de mis intuiciones. Disfruto de los momentos. Me centro en ellos. Trato de no sufrir por adelantado, ni por aquello que no puedo cambiar. De suavizar mis eternos sentimientos de culpa.

Intento no juzgar al otro, a la gente que me importa. De no proyectar en ellos lo que quisiera ver, si no ver lo que son ellos mismos. Eso es lo más difícil, me parece. Dejar de poner motivos, razones, pensamientos en la mente de otro, que pobre, ni siquiera sabe que lo hago. Que yo tampoco sabía que lo hacía.  Pero sí, lo hacía y luego venían los lodos y los lloros. Expectativa se llama, creo.

En fin, que un año más, un veranito más. Otro tramo recorrido. Un año difícil, esa es la verdad. Con puntos tan oscuros, accidentados, escabrosos que podían haberme tragado entera. Lo que no te mate te hace más fuerte o te engorda, cualquier cosa puede pasar. Con puntos luminosos también, con escapadas intensas, con luminosos momentos de plenitud. Con secretos... que no contaré.

viernes, 5 de julio de 2013

Ginecológico

La semana, la mía, ha sido larga, corta, rara y sobre todo ajetreada. Esas semanas que la vida regala para que te las tomes como vienen. Mejor no sacarles demasiada punta. El martes tuve que hacer malabarismos para poder ir al ginecólogo y ayer sin embargo, empecé a trabajar a la una y a la mañana parecían nacerle horas extra.

El martes la cosa empezó con prisas y eso que tenía la cita a las diez menos diez, que eso ya es para mí media mañana. Por eso mismo me confié, aún así y como la familia está para estas cosas además de para otras, mi hermana me dejó justo en el Centro de Planificación, cinco minutos antes de la hora de la cita.

Más de un mes con la tal cita programada. La verdad es que durante ese tiempo no pensé mucho en ello, pero mi cuerpo, sobre todo el último finde se ocupó de recordarme bien que quizá sí tenía motivos por los que preocuparme y claro, aunque lo había relegado al fondo de la mente, cuando ya se acercaba el momento me iba poniendo bastante nerviosa. He de decir que tuve varios ofrecimientos para acompañarme, pero soy un poco Juan Palomo y no veo la necesidad de que el personal deje de hacer sus cosas cuando con el médico y yo bastábamos para la ocasión.

Es muy divertido que personas absolutamente desconocidas te hagan todo tipo de preguntas íntimas: Mantienes, con que frecuencia, con cuantas personas... el interrogatorio es más fino, pero viene a ser eso. Si  follas, cuantas veces lo haces y si es siempre con la misma o con varias y que método anticonceptivo utilizas (a eso le dan mucha importancia, como todos). Y además en el colmo de la discrección dejas que todo ello vaya a un informe que se realiza en el ordenador, para que quede todo bien recogido.

Después pasas a la "hora de la verdad". Vamos, que te pasan con el médico, que curiosamente vuelve a interesarse por tu vida sexual pero además te pregunta cuando fue la última vez que te hiciste una revisión (ni lo recuerdo), la última vez que te hicieron una analítica (allá por el pleistoceno?) y si fumas, dato importante porque te jode con la mirada, cuando timidamente le dices que sí. Una vez hecho esto (ya te tiene intimidada y contra las cuerdas) pasa a preguntarte que es lo que te pasa, pregunta que oye, tiene su lógica y parecería que tuviera que ir antes de con quien y cuanto follas, ¿eh?; pues ya le explicas que tienes un sangrado que a ti no te parece normal (eso hay que recalcarlo y viene a que hasta ahora todos los médicos que conozco dicen que todo lo que tenga que ver con "eso", entiendase sangres mucho, sangres poco, a menudo o menos a  menudo, siempre que sea sangrado vaginal entra en una categoría nebulosa de "normal"); sobre todo que el último finde parecía que estaban realizando la matanza de esas de los pueblos en tus ovarios y tú sin nada con lo que recoger el producto y hacer morcillitas y eso, al menos nada que pudiera contenerlo.

El hombre, que era muy amable, la verdad, me miró y me dijo: hala, que voy a revisarte y eso, señores sí es joder literalmente. Ecografía vaginal, gran invento donde los haya. Me acompañó la enfermera: dos pasos. Lo que separaba la mesa del potro (del potro habría que hablar extensamente, pero esto ya me está quedando larguísimo: solo una cosa, todos deberíamos tener uno en casa). Te indica que te quites cosas: en mi caso el pantalón y las bragas. Te indica que te sientes en el borde del cacharro. Que saques el culete más hacia fuera (¿Siempre lo dirán en diminutivo? ¿En su vida privada también?) y te coloca las piernas sobre esas bonitas cosas negras que veis en la imagen, que no es exactamente el potro en el que estuve pero se parece bastante.

Una vez colocada, ya vino el médico y se sentó en un taburete... ¿A qué adivináis dónde? Justo, entre mis piernas que estaban pues eso, muy abiertas. Y me dice tomando una especie de "palo" largo y delgado (afortunadamente): Relajate. Yo obediente me relajo con un pequeño esfuerzo de voluntad. Cosa que gusta al hombre porque me dice inmediatamente: : Así, que entra suave.

Y claro, casi me da un ataque de risa pero él me lo cortó en seco: Un pólipo en el ovario izquierdo. Que se ve muy bien (y yo me pregunto si es que presenta buena cara, es fotogénico, el señor tiene buena vista, es hermoso... ¿qué significa se ve muy bien?) y claro, pregunto. Y significa exactamente que no parece malo, que él (por el médico) cree que es una ovulación retenida (¡Qué cosas saben  hacer mis ovarios, joder!) y que cree que el sangrado se puede deber a eso (pues ya me deja más tranquila) pero que me va a pedir otra ecografía "buena" (que ya la hemos jodido, está era la mala) y que piensa que quizá para cuando me haga la otra el pólipo haya desaparecido de forma "natural".

En fin, que me fui mareada, jodida pero aferrada a ese "me parece" de mi médico. Ya me he hecho la analítica y para la eco buena hay que esperar a octubre.

Contaría más, pero para variar he de salir pitando que aún me espera la ducha.


lunes, 1 de julio de 2013

Los talleres de Ginés

Los jueves voy a un taller de escritura creativa. La hora es un tanto extraña: la de la siesta, si pudiera hacerla. Pero me gusta porque así enlazo el curro con la clase y no hay tiempo muerto ni viajes dobles. Aunque a mí la que realmente me mola es esa hora en la que ya se acaba el día y suele quedar tiempo para una cervecita.
Sé que hay opiniones en contra acerca de esto de aprender sobre como escribir. Como puede verse no es mi caso. De hecho creo que tiene mucho de oficio y como tal deberíamos conocer muy bien las herramientas necesarias y eso, que no la inspiración ni el talento ni las ganas, ni el tesón, ni la constancia es lo que dan los talleres. Aprender puntuación, técnicas, acostumbrarse al manejo del idioma y a ese esfuerzo tan grande que supone para algunos (como yo) de leer en voz alta y en directo a los compañeros nuestros trabajos.

Dejando aparte mis opiniones continúo con lo de mi taller: o recibo de mi estimado Ginés que este veranito va a estar muy ocupado. Incluso se va a Soria a impartir un taller, lo que sé que supone para él, un esfuerzo extra pero también una satisfacción que no se puede medir.


Taller escritura creativa Impartido por Ginés 
Pero aquí en Valencia también va a dar algunos presenciales y veraniegos:
  II Taller de Cuentos Infantiles en la librería Somnis en Paper.
 Taller intensivo de Novela Corta en la librería Leo Valencia.




Estoy segura de que ambos serán motivadores. De hecho, tengo por ahí, en el blog dos relatos que surgieron del primer taller de cuentos infantiles. Aprendí un montón de cosas. A pensar... no, vale, pensar ya lo hacía de antes, pero pensar a quién va dedicado el cuento, relato, novela siempre es importante, pero mucho más si es para los niños. Alcanzar aunque sea a entrever que les interesa, que queremos transmitirles y la mejor forma de que les llegue y lo entiendan es importantísimo. Cuidar el lenguaje, las imágenes, hacerlos atractivos requiere práctica, pruebas y aprendizaje. No sé si Bepo, la mariquita o el pequeño tren son representativos. Ginés me enseñó lo mejor posible y yo hice lo que pude. Sé de una compañera de aquel taller que ha publicado su cuento.

Así que si estáis por aquí o cerca, sentís el gusanillo este de la escritura y buscáis donde y con quien buscar conocimientos e inspiración ahí tenéis dos propuestas interesantes.