jueves, 18 de abril de 2013

Alambre de espino

Miro la fecha de la última entrada. Como se dice por ahí: mal no, lo siguiente. Y ya no es solo que no escriba aquí, lo peor es que no escribo en ninguna parte. Sé, por reflexión e intuición que es porque hay algo que no quiero contar-me. Que es lo peor. Escribir puede ser una evasión aunque no estoy del todo convencida. Ese tú a tú y esa soledad necesaria remueve los bajos fondos a no ser que lo que escribas sean recetas de cocina. Por lo menos en mi caso, no quiero pecar de lo que hago casi siempre que es proyectarme en los demás.

¿Suena a justificación? Quizá. Y sin embargo si creo que me tiro a ver programas de televisión sin los cuales podría sobrevivir perfectamente y a leer un libro tras otro sin pausa porque me alejan de mi misma. Y aunque no me haya quedado afónica ni me duela la garganta (Ana entenderá por su famoso libro), el sentirme autoamordazada me crea una ansiedad que pago de otras maneras. Pero como suelo revivirme si me dejo el tiempo suficiente, se acabo la autocompasión. Algunos hechos que duelen pueden reconducirse, otros no. Y ya que no puedo hacerlo (cambiarlos), ni dejarlos de lado, trato de acostumbrarme a ellos. Es lo que hay (¿Verdad, Gin?). Sigo teniendo los mejores amigos del mundo.

Ayer volví a levantar mi cara al sol. A sentirlo dentro. El largo paseo a la hora del café de media mañana me sentó bien. Volví a "observar" desde ese rincón de mi mente que parecía muerto. Despertó mi atención esa mujer rubia, perfectamente peinada, fumando delante de un edificio de la Consellería. Vestía falda de tubo jaspeada en verdes, blusa blanca ceñida y zapatos de salón, la chaqueta en el brazo, faltaría más con el calor que está haciendo. Creo que fue su postura.  Erguida, segura y un poco altanera. Muy quieta con una mano en la cadera que echaba hacía delante y mirando al río.
Pensé también en lo raro que me resultan los distintos edificios militares que hay en la zona. Me impresiona ve a alguien de uniforme y armado, paseándose por esa especie de jardín en el que los monumentos son un tanque sobre un pedestal y un helicóptero que se sostiene sobre lo que parecía un pie de lámpara de hierro forjado y la cola atada a un aspa con una cinta roja. El militar con el fusil en una mano se mordía las uñas de la otra perfectamente aburrido. Sobre su cabeza, la bandera española y el lema "Todo por la patria".

Otra impresión: Un alto muro blanco con rollos de alambre espinoso. La luz del sol creando destellos en blanco y plata.