sábado, 17 de octubre de 2009

ALMAS

Almas

Mi mirada se perdió en la tuya. No, no te conocía. Durante un momento tus rasgos clásicos, frente, nariz, mentón, boca me confundieron. Sólo tus ojos, líquidos, cálidos, castaños, volvieron a ser conocidos para.

Me miraste, por un momento reflejaste idéntica confusión en tu cara. Pensé... No, ni un pensamiento consciente pasó por mí. Un aroma a sal marina, a algas, a húmeda arena, a mar, surgió de ti y de mí. De nuestras miradas perdidas la una en la otra.

Mi mente se pobló de millares de imágenes, superponiéndose, solapándose unas en otras. Cuerpos, bocas, manos distintas, presididas por esos ojos castaños, soñadores, apasionados, clavados siempre en los míos. Miles de formas y momentos brotaron y crecieron en mi interior. Mi alma y mi sangre vibraban por ti.

Mi cuerpo sabio respondió, la humedad en mi sexo, la palpitación de mi vulva abriéndose instintiva, mis pezones irguiéndose, frunciéndose en la espera ansiosa de la caricia conocida. Temblé.

Sin poder apartar mi mirada de la tuya, imágenes de tus cuerpos desnudos retorciéndose contra los míos. De tus manos avanzando hasta mis sexos, acariciando, presionando, jugando con mis clítoris mojándose con mis jugos. Incontables lenguas, tus lenguas perdidas en mis bocas. Girando, danzando, lamiendo. Tus dientes en mis pieles, blancas, frescas, oscuras, elásticas. Mordiendo, apresando los pezones, devorando mi cuello, mi vientre. Estremecimientos sentidos en miles de pieles aún vivas en mí recorrieron mi cuerpo.

Mis piernas tensas, anhelantes, vivas recordaron las veces que fueron abiertas por tus manos, las veces que tus caderas se alojaron entre ellas. Mi sexo palpitó enloquecido recordando las penetraciones salvajes de tus falos henchidos, duros, dentro de mis líquidas, oscuras, cálidas profundidades. Mis caderas sintieron tus manos miles de veces agarradas a ellas. Mi alma y mi ser implosionaron en un orgasmo antiguo, nuevo, poderoso, mil veces multiplicado en el tiempo.

―Hola ―dijiste ofreciéndome tu mano― Soy Javier.

Fin.

2 comentarios:

  1. Hay quienes nos resultan tan familiares, que la memoria ancestral nos deposita en otras vidas, en las anteriores, paralelas, futuras... en ese encuentro y desencuentro se coincide y se pierde. Lo decís con meticulosidad, con delicadeza salvaje, con la pasión que no puede contenerse cuando se toca, en un punto, la elipse de ese ser que buscamos-encontramos, con la nuestra. En esa voz hay un eco. y se puede sentir a siglos e distancia y en un susurro.

    También recorreré éste mundo, abierto desde una ventana, que es un mundo, repitiéndose y así... siempre.

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  2. Siento vértigo al acercarme a este precipicio tan tibio y tan nutricio. Me siento gorrión y gavilán en el aire antes de sentir la garra del ave rapaz en mi carne de presa. Qué hermosa la gota de sudor resbalándome, bañándome el torso cuando abro los ojos y estás al final de mis manos y me susurras: otra vez, amor mio.
    Gin

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