lunes, 2 de abril de 2012

Soledad en Matrimonio

Llegaron juntos se instalaron en la primera mesa desocupada. El lienzo de papel que la cubría, antes blanco, mostraba manchas de comida reciente, vino derramado, platos sucios y copas con restos de licor. Ella se contemplaba las manos, jugando con el fino anillo de oro. Él mantuvo los ojos en el camarero que se acercó a recoger la mesa, antes de pedirle dos cafés.
─Siempre terminamos hablamos de dinero ──dijo ella.
─No siempre.
─ ¿No? Salimos a tomarnos un café, solo para charlar un rato de nosotros, de nuestras cosas sin la presencia constante de los niños y de la tele y antes incluso de llegar ya estamos hablando del recibo de la luz.
─Bueno, es que hay que pagarlo.
─Ya lo sé. No necesitamos salir de casa para eso.
─Tampoco para discutir…
─ ¿Qué dices? Si hablas tan bajo no puedo oírte.
─Nada ¿De qué quieres que hablemos?
─No sé. Cuéntame que has hecho hoy, por ejemplo.
─Trabajar, como siempre.
─Ya, pero ¿No te ha pasado nada en todo el día que puedas contarme?
─ ¿Cómo qué?
─Es igual. Mejor nos vamos ya. Ha sido una idea tonta esto de salir.
─No, no, espera.  Estoy cansado. Paso todo el día hablando con gente y…
─Cuando llegas a casa no tienes ganas de seguir. Ya lo entiendo. Ni de hablar ni de escuchar más parloteos.
─No, de verdad. Mira hoy ha venido una clienta. Dice que le vendí una pieza de tela y no le dije que podía deformarse. Traía el vestido que se había hecho con ella en una bolsa. La pieza sí que era de la tienda, claro. Era de seda salvaje. Cualquiera sabe que hay que llevarla a la tintorería. Me ha gritado como una loca, hasta que ha venido el encargado y le ha devuelto el dinero de la pieza. Me lo van a descontar del sueldo.
─¡Joder! ¿Cuánto es?
─Bastante, así que este mes, entre que han bajado las ventas, el ajuste del sueldo base que ha hecho el jefe y el descuento…se va a notar mucho.
─Pues ha subido la luz un montón.
─Ya.
Un camarero sube el volumen del televisor, las voces de los comentaristas deportivos desgranando los resultados de la jornada de fútbol llena el local. El hombre observa la pantalla.  La mujer pierde la mirada en la ventana del bar.
─ ¿Han terminado?
─Sí, cóbrese ─dice él sacando la cartera.
─ ¿Nos vamos, cariño? Mañana hay que madrugar.
Sin contestar ella se levanta y se pone el abrigo. Salen a la calle y caminan hasta su casa, sin hablar, sin rozarse. Cuando llegan, él pone la tele, se tira en el sofá y busca el programa deportivo. Ella plancha una camisa para él antes de acostarse. Sola. 

2 comentarios:

  1. Me había perdido este relato.
    Otro microrelato que muestra como sacas punta de las cosas cotidianas. Triste, lamentable, certero... ; aunque también podrías darle la vuelta a la tortilla y que esos que hacen rutinario, desencanto, descuidado... el día a día, no fuesen siempre los hombres, pues en la actualidad aunque no sean un porcentaje evidente, también les suceden estas cosas a los hombres.

    Un abrazo

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  2. Tienes razón, esto segura de que las hay. Pero he intentado o más bien iba surgiendo como idea a medida que escribía, que en este caso la "culpa" este repartida. También ella acaba hablando de dinero. No se tocan en todo el relato. Ya no él, tampoco ella. No sé si es el tiempo, si es la vida, si es la rutina pero afecta a ambos.
    He tratado de aproximar el relato al realismo sucio (vale, sin palabrotas, pero...) y no juzgar como narrador omnisciente para que cada cual sacara sus conclusiones. Y aquí ando, explicando, vaya por Dios.
    Un beso.

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