martes, 22 de mayo de 2012

LLAMADA TELEFÓNICA

¡Hay que ver como nos gusta justificarnos! Incluso cuando no existe un motivo para hacerlo ¿O sí? Cuento la historia aquí porque sé más que seguro que la protagonista no me leerá. Se llama Chelo y la conozco, nos conocemos desde que nuestras madres nos tenían en el útero. Si pudiera existir esa conexión misteriosa entre bebes no natos, claro. Por lo que contaba mi madre, coincidieron en el hospital, aunque nos llevemos unos días de diferencia y Chelo sea Leo y yo Cáncer. La recuerdo en la guardería. No puede ser un recuerdo inventado porque después la cambiaron al Santa María, el otro colegio de monjas de mi barrio y hasta Cuarto no volvimos a encontrarnos. Ella no recordaba (ni recuerda) su paso por la guardería, pero su madre hace muchísimo que lo confirmó.
Fuimos amigas del alma, adolescentes de discoteca, tuvimos peleas y reconciliaciones y luego la vida hizo su trabajo y nos separó durante largos periodos de tiempo. Yo soy como soy y aunque la quiero, me cansa. Siempre lo ha hecho. En mayor o menor grado. Si la dejas te absorbe, te vampiriza. Se muestra celosa de los nuevos amigos, de las circunstancias, hasta del tiempo. Así que con los años he aprendido a sortearla en lo posible y a arroparla cuando es necesario. Advertencia: no me siento buena persona con ella. Ni buena amiga, pero es superior a mis fuerzas. Su vida ha sido difícil, mucho más complicada de lo que puedo o debo contar. Sería un personaje de novela si no fuera porque el cambio que esa vida ha efectuado en ella no sería el propio de una heroína. Es lo que tiene la vida real. ¿A qué viene todo esto? Lo cuento.
Me llamó hace dos días. Más de dos años sin hablar con ella y la conversación transcurre más o menos así:
"Hola, May. Qué soy chelo. Acabo de salir en las noticias de... (Aquí menciona un canal de televisión), porque me caí en el metro y las cámaras de seguridad lo grabaron. Estoy bien, solo un punto en la rodilla, pero se montó una... vino la ambulancia del metro (¿?) y todo. Pero no te llamo por eso, que ya lo han emitido (exactamente dijo: lo han echado) ya.

Mi aportación a todo esto fue: "¡Chelo, hola!"

"Te llamo porque estoy pensando coger vacaciones. ¿Tú cuándo las coges? Porque así podríamos ir a la playa, que ya he aprendido bien a ir en metro (¿?) Aunque puede que para entonces ya me haya cansado de la playa, ahora la cojo con ganas, ya sabes, que son los primeros días, porque luego..."

"No sé, Chelo, no sé si tendré vacaciones" ¿Pero tú como estás? ¿Qué haces?

"Ahora trabajo día sí, día no, en servicios de veinticuatro horas. Y he vuelto con Fran... se lo dije a tu hermana. Lo del divorcio debió ser un ataque que me dio"
"Ah" (Ese ah, es mío, alucinada estaba)
"¿Por qué sabes que te digo, May? Que todo tiene remedio menos la muerte y con la vida que yo he llevado, se de lo que hablo. Pasé un invierno muy malo, los dos viviendo en la misma casa y sin hablarnos, cada uno poniendo su lavadora, con su balda de la nevera... muy incómodo. Ahora hemos vuelto a la normalidad ¿Sabes que quiero decir? Los sábados nos vamos a comprar juntos, vamos de cena alguna vez... así que ahora somos pareja, igual nos volvemos a casar o nos hacemos pareja de hecho. ¿Y tú?"
"¿Yo qué?” Pregunté más que mareada por el aluvión de palabras, información y ese tono pontifical que me hizo temer la respuesta.
“¿No has pensado en volver con él?” La esperaba, de verdad que la esperaba, en vista de lo que me estaba contando, pero aún así… “Joder, Chelo. ¿Y para qué coño iba a hacer eso?” (Los tacos son literales, de la impresión, supongo). “Porque es lo mejor, porque seguro que él si querría volver y porque es lo que te digo, que todo tiene remedio, mira yo, ahora estamos como si no hubiera pasado nada, aunque su familia no me habla y cuando me cruzo con sus hermanas por el pueblo, me giran la cara”. Yo me mordí la lengua, a veces sé controlarme y aunque nos conozcamos de siempre (parece mentira que ella también me conozca a mí desde siempre) hay momentos en los que es mejor pensar antes de hablar. Me armé de paciencia: “Chelo, no nos vemos. Ni pienso ni dejo de pensar en lo que él querría”.
Ella insiste: “Para ti sería lo mejor. Con la crisis que hay… Él tiene un buen trabajo, fijo y eso y tú... “Chelo es de esas personas que no escuchan. Nunca, a no ser que le arrees en la cabeza, la pares un momento en sus elucubraciones y la saques de ahí. Afortunadamente la tenía lejos para hacer eso. “Chelo, yo estoy bien, me gusta mi vida”. Esfuerzo inútil. Ella sigue y sigue: “Además que conocer a gente nueva es muy cansado, tienes que arreglarte, maquillarte, salir… ¡Uff! Y yo me he pasado el invierno de casa al trabajo y del trabajo al sofá.” Aquí consigo meter baza y le hablo de algunas cosas mías, que he hecho este tiempo, de talleres, de personas, de… bueno, de asuntos más personales. Y me dice: “Tú siempre has tenido mucha energía, demasiada energía (¿?), es verdad, mucha más que yo. Yo es que estoy muy cansada y no tengo ganas de complicarme la vida. Así que estoy mejor ahora, con Fran, de todas formas, todos son iguales. Para acompañarme a la compra, ir algún sábado a cenar y ver la tele en el sofá…” Claro, pensé yo, para eso lo mismo da que sea Fran, que Pepe, que Manolo. Es una discusión demasiado antigua entre nosotras para que le discuta.
“Bueno, se despide (¡Por Fin!). Te dejo. Oye, May, llámame, o me haces una perdida y te llamo yo, que mira que eres. Si no te llamo, no sé nada de ti.”
“Vale, sí, Chelo. Cuídate. Ya hablamos.”

Me dejo pensando en eso de la energía. Y la recordé en aquellas horas de discoteca en las que se convertía en la reina de la pista, en cuando era capaz de trabajar toda la noche, continuar con otro curro durante el día y aún así salir a ligar la noche siguiente sin haber descansado. De cuando dormía conmigo en casa de mis padres, media noche hablando, para encontrármela con los ojos abiertos de par en par a las seis de la mañana, dándome unos sustos de muerte. De sus enamoramientos locos, que podían llevarnos a cometer imprudencias aún más locas. De sus desenamoramientos, tan rápidos y tan locos como los primeros. De los domingos por la tarde frente a un café, de las largas horas de charla. De los miedos compartidos, abandonos, reencuentros, de las peleas y de las paces, de su generosidad y mi mal genio. Recuerdos de alguien a quien ya no encuentro. Que no sé en que momento perdí. Puede que sí, que un día de estos o dentro de un par de meses, le haga esa perdida. O no.

4 comentarios:

  1. Al igual que los matrimonios, las amistades evolucionan a su manera; por desgracia, la mayor parte de las veces en caminos que se bifurcan y pese a todo lo vivido anteriormente, gracias a ello también, seguimos manteniendo esa "línea" de comunicación aunque sea para sentir que es posible que esos caminos "confluyan" de nuevo.

    Un beso.

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  2. Madre del cielo bendito May, es un personaje de novela. Te lo digo yo, que he leido cada personaje plano en libros zafios que pa qué. Aunque regresemos a esta versión dos punto cero de Encarna de Noche. Brutal. Así, como suena. Vampiro emocional. Tropel verborrágico. Haz una sección semanal y te lloverán las visitas.
    Que conste que de normal soy serio y formal (en lo literario) pero, un dia es un día.
    Uy, te dejo; es Chelo, que me llama.
    Un saludo.

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  3. Simplicisimus, sí, tienes razón. Yo mejor que nadie sé a que se debe su cambio, aunque este no me guste. Y eso hace que intente, en la medida en la que puedo aguantar, escucharla y conservar la amistad y porque también la quiero, es como la familia, que a pesar de los pesares, o gracias a esa mezcla de amor-odio que crece contigo desde la infancia, es imposible no sentir ese vínculo que tira. Besos.


    ¿Qué eres qué? ¿De qué normalidad hablas? ¿Cuándo somos normales? ¿Serios, formales? ¿Eso qué es lo que es?
    Y esto, mi Gin querido, profesor del alma mía... ¿Vale para el viernes? ¿Cómo relato de hecho biográfico? Es un escrito calentito, calentito, reciente de hoy.
    Eh, te la puedo presentar. En algún momento. No muy próximo que tengo que descansar de la llamada. Nos vemos el viernes.
    Besos.

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    Respuestas
    1. De hecho si alguien me dijera que le parezco normal, del
      montón, no es que me molestase ni nada pero..., sé que tengo mis particularidades.
      No, sé una alumna aplicada y escribe un relato como toca.
      En estos momentos mi carné de baile está completo,
      en otra confluencia espacio-temporal nos presentas.
      Perdona, tengo otra llamada, uy, de la asociación de vampiros
      emocionales, debí darme de baja la noche de Walpurgis.
      Un saludo, casto.

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