Esta temporada han sucedido muchas cosas. No delante de la
pantalla. No aquí de madrugada, con mi eterno café al lado. Una serie de
decisiones que afectan a mi entorno han
alterado mis ritmos y mis pausas. Una
cierta dejadez ha aflojado los lazos que me unen a ese lugar extraño donde las historias
esperan. Demasiadas dosis de realidad, de realidades hacen que el río se
estreche, que la palabra se seque, que las ideas se queden refugiadas en la
mente.
Y sin embargo tengo motivos para estar contenta. La semana
pasada y ya era hora, fui al médico a conocer los resultados de las diversas
pruebas que me han hecho este verano. La citología, la analítica y las ecografías (todas vaginales, con o sin gel, con o sin preparación que menos mal
que una es limpia). El resultado es que estoy perfecta. Solo que mis ovarios se
quedan de vez en cuando con un óvulo. Debe ser que les coge cariño.
La última visita a planificación fue viernes. Laura me
acompañó y mi hermana, que estaba la pobre bastante descentrada ese día nos
acercó hasta Alboraya. Yo iba silenciosa. Los nervios suelen hacer que hable
mucho, pero el viernes me dejaron muda. Las escuchaba hablar y reír como a
través de una pared de corcho, me sentía lejos, aislada y solitaria. Mi mente
evitaba formar pensamientos y se centraba en pequeños detalles: Una bici, un
trabajador del ayuntamiento podando una palmera, la casa de campo que parece
tener una ermita adosada y más tarde en otros más irritantes, las veces que se
equivocó mi hermana para llegar al Centro de Planificación provocó que pasará
el último cuarto de hora controlando la ansiedad que me produce llegar tarde a
cualquier parte.
Una vez allí, la espera de rigor, la enfermera cerrando la
puerta en la cara a Laura. Estas cosas son para dos, parece ser. El ginecólogo
ocurrente, paciente y amable ¿Por qué no? Todo eran buenas noticias. Visita
inesperada al potro (después de todo, acabábamos de ver los resultados de la
ecografía que me hicieron en el hospital, con mis ovarios milimetrados y la
posición de mi útero identificada).
Esto es un transductor intravaginal. Le ponen una especie de preservativo gigante y te suelen untar con un gel que está bastante frío. |
A la camilla ginecológica, que sigo pensando que
enriquecería más de una vida sexual, con las bragas en la mano, la falda que ya
de por si es corta aún más subida para que no interfiriera, las piernas en los
estribos. El derecho no se mantiene fijo
y se mueve, lo que provoca que el Gine (ya hay confianza) después del clásico: “saca
más el culete”, me pidiera que me relajara y no me moviera, provocando una
charla típica de camilla. “Es que se mueve el estribo”; “Ya, la camilla que
está para cambiar” antes de introducirme ese palo que he descubierto que se
llama transductor intravaginal, pero vamos, a palo seco y nunca mejor dicho,
sin echar su poquito de gel ni nada (me
remito a lo de antes, será la confianza, en el hospital me echaron tanto gel
que estuve unos días con la sensación de pringue total) y confirmó que se veían
dos óvulos retenidos en el ovario derecho pero que en diez o doce días tendría
la menstruación. La verdad es que esto
es para hacérselo todos los meses, te avisa y puedes ir comprando tampones para
que no te pille desprevenida.
Y salí de allí, después de ponerme las bragas y bajarme la
falda, claro, con un subidón importante. Eufórica y ligera. Lo que me hace
pensar que como muchas veces había reprimido mi miedo, mi incertidumbre,
enmascarándola en mil cosas diferentes. Pero que siempre la llevaba encima como
la nube negra que persigue a los dibujos animados. La mente hace esas cosas, por
lo menos la mía.
Y el sábado estuve en la presentación del nuevo libro Relatos con abrelatas de
Ricardo Guadalupe, compañero de Maleta de Libros, acompañado, moderado o
presentado que nunca se como se llama eso, en la mesa por mi amigo escritor y
creador del blog Maleta de Libros (eh, interesante blog en el que se hacen
entrevistas a escritores y se reseñan libros): Ginés Vera. Pero eso prometo
contarlo mañana que ya se va haciendo un poco tarde y tengo que ir a ganarme el
pan.
Menos mal que tras mostrarnos la imagen del 'artefacto', tras la historia del objeto mecánico llena de humanidad, viene el final semi festivo, o festivo del todo, mencionando a Ricardo y a un servidor. Moderando, presentando y haciendo pasar un momento entretenido a alguien capaz de pasar una hora u hora y media en una librería un sábado por la tarde en lugar de ir a cualquier otro sitio. ya nos cuentas más. Saludo.
ResponderEliminar