martes, 27 de abril de 2010

La llave

Si decidió dar por bueno el fin que él le lanzó fue porqué reconoció que las heridas que se causaban mutuamente acabarían desangrándolos hasta la muerte. Prefirió cauterizar la herida con el fuego del dolor y después ocultarlo lejos de la mirada de los dos. Puso un candado en el rincón de su mente donde guardaba los recuerdos. Se tragó la llave. A partir de ese momento diversas molestias de estómago le acompañaron cada día. Los ojos permanecían secos. Las lágrimas se negaban a salir, empeñadas en inundar la llave. Se olvidó de la llave, y del rincón clausurado de su cerebro. Siguió viviendo, pero el corazón bombeaba dos veces más aprisa en la imposible misión de mantener un doble sistema circulatorio: la sangre y las lágrimas.
Al cabo de un tiempo empezaron a resentirse del esfuerzo otros órganos de su cuerpo. Los pulmones necesitaban trabajar más para conseguir oxígeno. El hígado empezó a cansarse y hasta el páncreas se sobrecargó.
No llegó a morir de desamor. La mala salud le acompañó durante un tiempo. Y después empeoró. Visitó médicos que le dijeran porqué vomitaba agua salada. Le hicieron pruebas, todo tipo de ellas, nadie descubrió la llave.
Mientras ella continuaba vertiendo agua salada por sus esfínteres, por su boca. Hasta el punto que dejó de trabajar, de salir de casa y de comer. Un día la violencia de las nauseas alcanzó tal punto que se revolcaba por el suelo, presa de arcadas incontrolables. Un dolor ardiente comenzó a subirle por la garganta y el agua que vomitaba se tiñó de rojo. Con una desesperada arcada terminó por arrojar la llave. De rodillas, con una mano acunándose el estómago y la otra en la garganta, la contempló, ensangrentada. El recuerdo del rincón que había cerrado en su mente apareció nítido en su memoria. Permaneció en esa misma posición horas, minutos, segundos… tiempo fuera del tiempo. Mirando la llave y el hueco perfecto de la cerradura en sus recuerdos. Al fin, cerró los ojos y permitió que la llave encajara en la cerradura y con cuidado le dio la vuelta. Libres los recuerdos surgieron parpadeantes ante la luz de su mirada interior. Las imágenes, los sonidos, los olores… miles de pequeños fragmentos de bordes irregulares, punzantes se buscaron unos a otros. Sus ojos se ensamblaron con su boca, con el pelo, junto a estos aparecieron las manos, su cuerpo. El tacto de la piel desnuda entre sus dedos. Caliente, casi enfebrecida. El brazo posesivo en su cintura, la ternura voraz de sus labios. La voz envolviéndola. Susurros ardientes, jadeos, risas. El primer dolor que rompe la ilusión perfecta. Desamor, crueldad, violencia. Frialdad del cuerpo que sufre. Arrogancia, desprecio, humillación. El incesante golpeteo de las palabras. Duras como piedras. Angustiosas. Condena y prisión del amargo, ridículo final. Conciencia de ser. Una. Siempre sola, ausente de los sueños que tejieron.
Las lágrimas subieron, del estómago al corazón, del corazón a la garganta. Encontraron el cauce natural de sus ojos. Y se vertieron, al fin cristalinas. Limpiaron cuidadosamente el rincón de los recuerdos, dejándolo expuesto al aire, a la luz
Poco a poco, la llave se disolvió y las lágrimas rojas que manchaban el suelo se secaron. Tomó entre sus manos los frágiles momentos que deseaba atesorar: Diminutas joyas que con el tiempo tomarían los colores sepia de la nostalgia. Sintió que su pecho ardía sin aire ante los recuerdos de dolor. Los rezó, rosario del misterio, entre sus yemas gastadas. Comprendió que debía dejarlos partir. Para siempre desconocido. Abrió sus manos. Las levantó y permitió que el aire las limpiara.
Cansada, se tendió en el suelo. Cerró los ojos y reposó. El sueño la cubrió, protegiéndola. Y la sanó.

2 comentarios:

  1. dureza, crueldad, tristeza, sentimientos que desean salir que no se pueden ocultar pues hacen daño...eso me trae tu relato, pero al final das un pequeño rayo de luz, de esperanza.
    todo cura, no hay ningún mal que dure mucho, todo pasa y el tiempo cura, que no hace olvidar, mitiga el dolor y en la protagonista, al final, has hecho que se cure.

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  2. Menos mal que el tiempo, cura las heridas del amor. Sino, ¿qué sería de nosotros?
    Hermoso relato, lleno de tristeza y alegría, de amor y desamor.
    Felicidades May.
    Un beso.
    Carmela.

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