sábado, 9 de octubre de 2010

EPITAFIO

“Duerme, mi amor. Duerme, ni niña. El tiempo pasará sobre ti. El polvo se posará en el suelo de tu estancia, sobre el espejo en que te miras, sobre el peine que ordena tu pelo. Acariciará tu piel, guardará tus ojos cerrados, sellará tu boca. Cuando tus heridas estén sanadas, cuando ya no haya nada que temer, quizá puedas despertar. No tengas miedo. Húndete en el silencio del sueño. No sufras más.”

Ella, la innombrable entonó su melodía para mí. Y su canto aplacó mi dolor. Calmó la mente. Detuvo el torbellino de mi alma. Abracé a la muerte con una sonrisa serena.
—Me despido de ti, sol del este que me baña cada día, ya no tendrás que hacerlo más.
—Me despido de ti, luna que tantas noches me has visto llorar. Ya no te rezaré más.
—Me despido de ti, pasión que no volveré a sentir.
—Te digo adiós, deseo que consume mi sexo, insatisfecho para siempre.
—A ti, a quién tanto quise, te llevo conmigo encerrado en la memoria, en lo que haya en mí de imperecedero. Tan cerca, siempre tan lejos. Los eclipses, el único tiempo permitido a los amantes celestes fueron tan escasos…
—Los amigos que estuvieron a mi lado, seguirán ahí, aquellos que se perdieron en el tiempo viven en el recuerdo.
—Adiós al café de mi madrugada, a mi taza, que echará de menos el contacto de mis manos, calentándose, el roce de mis labios en el borde.
—Adiós a todo aquello que no llegué a realizar. Solo guardaran mi memoria mis actos. Lo que hice, mis sueños viajarán a mi lado.

No me olvides. Cuando me encuentren dormida en el regazo frío de la mañana. Cuando la noticia vuele a ti, llórame. Grita, maldice. Después, haz memoria de mis besos, mis abrazos, mis te quiero y mis lágrimas. Del olor de mi piel y mis palabras, mis sonrisas y la forma en que me abrazaba a ti. Guárdalas, mi amor. Y si después de esta vida, hubiera otra en la que los errores no nos hicieran tanto daño, no se paguen tan caro, volvamos a buscarnos. Quizá nos encontremos al comienzo, nuevos y antiguos. Con el frescor en la mirada de los amaneceres, con el alma sabia de la noche. Si nuestros ojos no se reconocen, nuestras pieles se atraerán. Si las voces no son las mismas, el eco de tu risa me conducirá hasta ti.

Quiéreme aún cuando camine en las sombras. En otros brazos. En el amor de otra. Quiéreme aunque te duela. Quiéreme siempre, allí, en el fondo de tu alma. Déjame vivir en ti.

4 comentarios:

  1. Cuánto dolor la muerte, cuánto la vida sin...., cuánto saber finales, y no poder anticiparnos para que no nos toque, para que no nos lastime, para que no nos mate.
    Te abrazo, siempre, con mis pensamientos...

    ResponderEliminar
  2. Nunca se puede evitar, Adri. Por lo menos yo, no sé hacerlo. Lo apuro hasta el final.
    Espero que nos abracemos pronto, pero delante de una cerve y nos pongamos al día. Un beso fuerte.

    ResponderEliminar
  3. Volví a leerlo y cobró aún más fuerza, May.

    Cuánto amor para decir te amo sin decirlo!

    Adri

    ResponderEliminar
  4. Lo lei dos veces, acabo de despedirme de mi amor de toda la vida, ojalá hubiera sabido hacerlo tan bonito.
    un saludo

    ResponderEliminar