viernes, 18 de noviembre de 2011

Pluto

De siempre he sido una mujer tranquila, alegre, sencilla. Enamorada de Max, mi marido. Nos conocimos rescatando a un pequeñísimo gatito que habían abandonado en un contenedor. Negro y escuálido por aquel entonces creció con nuestro amor hasta convertirse en una cariñosa y elegante criatura: Pluto. Max se sintió feliz cuando a los pocos meses de casados quedé embarazada. Yo también quería a mi bebe, aunque durante todo el embarazo sentí que mi cuerpo lo rechazaba como si fuera un pequeño alien alojado en mi interior. Vomité desde el primer al último día. Me mareaba constantemente y aunque debía descansar sufrí de insomnio. Max empezó un nuevo trabajo que lo mantenía todo el día fuera de casa. Lo aceptó, me dijo, por el bebe. Por nosotros. Para poder criarlo en una casa nuestra y no en el pequeño piso de alquiler en el que vivíamos, silencioso testigo de nuestra dicha pero sin jardín. ¿Verdad Pluto? Decía acariciando el pelaje brillante.
Pluto me consoló en esos meses de soledad y malestar. Se tumbaba a mi lado y me ofrecía su calor. Me seguía hasta el baño y después de observarme vomitar hasta quedar vacía, con esos verdes y brillantes ojos en los que casi podía leer la compasión se acurrucaba a mis pies cuando descansaba sentada en el suelo frío.
Por fin nació mi bebe. Max partía a menudo en largos viajes de negocios y ya había dado la entrada para la nueva casa en un pueblecito pequeño y encantador en medio de un valle, dejándonos a los tres solos. El bebe, quizá fruto del mal embarazo, no hacía más que llorar y llorar, día y noche. Yo me convertí en un ser brusco y desesperado que solo deseaba un poco de silencio para poder dormir. Pluto empezó a pasar cada vez más tiempo junto a la cuna. Una mañana en la que había conseguido adormecerme a pesar de los gritos del bebe, Pluto saltó sobre mí, sobre mi pecho. Maullando y clavándome las uñas, sentí verdaderos deseos de matarlo. A partir de ese momento no pude resistirme a darle una patada o un empujón cada vez que se acercaba a mí o lo veía cerca de la cuna, con esos ojos verdes vigilantes.

Aquella madrugada Max llevaba tres días ausente, en los que yo habría conseguido arañar un par de horas de sueño entre los llantos incesantes de mi bebe. Tenía los ojos arenosos, pegados, el dolor de cabeza más intenso que jamás hubiera sentido. Cuando alargué el brazo hacia la cuna, juro por Dios, que solo deseaba un instante de silencio. Mi mano encontró la carita del bebe cubierta con su mantita. La puse sobre su boca y apreté, apreté hasta que dejó de llorar y un bendito silencio cubrió la casa. Lo último que vi antes de quedarme dormida fueron los ojos de Pluto, intensos, clavados en mí.
Cuando la investigación terminó declarando muerte súbita, Max, muy afectado decidió que nos mudáramos a la casa nueva, en un nuevo comienzo. En ese tiempo yo no dejé de sentir los ojos acusadores de Pluto fijos en mí. Ya nunca se acercaba. El día anterior a la mudanza no pude soportar la idea de llevar esa mirada conmigo. Le serví leche caliente en la cocina, su debilidad. Lo tomé del cuello girándolo rápidamente, con la misma mano que había matado a mi bebe y lo arrojé por la ventana de nuestro piso. Sentí una fría satisfacción. Me había liberado de él. Un susurro horrorizado llegó a mis oídos: Max.
Se precipitó a la ventana. ¿Qué has hecho? Decía. Mi mano buscó a tientas el enorme cuchillo de cocina que aún no había embalado…

7 comentarios:

  1. Vaya, ese era un embarazo mal llevado, desde luego y con unas consecuencia fatales. Aunque triste y desolador, me ha gustado.
    Un abrazo

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  2. Era para el concurso de Cinés, el de cuentos de terror versionando a Poe. Este desde luego es una versión muy muy libre.

    ¿Nos veremos en el taller? Va a ser divertido, seguro.
    Un beso.

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  3. Lo siento May, aunque intenté ir, parece ser que de momento se ha cerrado la inscripción y no estoy entre las personas que acudireis. Espero que tu si que estés entre ellas y lo disfrutes.Te vendrá bien, ya me contarás.
    Un abrazo

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  4. ¡¡Genial!! ¡¡Me ha encantado!! Ya sabes que tengo debilidad con por estos finales tan...tan...macabros jajajajaja.
    Un beso grande

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  5. Mai, mi niña bonita. Me alegro de que te haya gustado. Sabía que el final te encantaría a ti.
    Un beso repretado.

    Tenemos que repetir. A ver el año que entra cuando puedo ir a veros.

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  6. Me ha gustado y con victoria o no, ciertamente emula a Poe.
    Un saludo.

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  7. Me alegra que le encuentres el parecido a Poe. Disfruté con este relato, en el planeamiento, en la ejecución y ya un tiempo después hasta con el pulido para intentar aproximarme aunque fuera levemente a la idea del concurso.
    Un beso, Simpli.

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