jueves, 17 de noviembre de 2011

Vivo

Vivo inmersa en la realidad cada día. La crisis, las noticias del paro, los políticos de turno, los tertulianos de la radio, las malas predicciones, Grecia, Italia, el rescate, la deuda, objetivos de déficit, los mercados, la banca, los ojos de Estados Unidos sobre Europa, el desencanto y el miedo de una sociedad que paga cara el sueño de una vida mejor.
Quizá como dicen algunos por encima de sus posibilidades. No sé si estoy muy de acuerdo en culpar a los pobres de a pie. ¿Qué hicieron más que soñar? Y desear… ¿Estará ahí el problema? Durante algún tiempo fue un valor. Explotado como cualquier materia prima. Si la gente pedía créditos para pagar la comunión del nene y el banco lo prestaba sin problemas y el restaurante lo cobraba con alegría, los camareros trabajaban, los invitados se divertían y el niño tenía un día inolvidable (u olvidable, vete a saber), los abuelos se mostraban orgullosos, las madres compraban vestidos, zapatos, bolsos para la ocasión haciendo de paso felices a las tiendas de ropa, influyendo con su gasto en el aumento de nómina de algún dependiente a comisión ¿Quién se quejaba?
Si las parejitas iban en busca de piso y la publicidad decía: paraíso en plena urbe, no puedes perdértelo, residencial con garaje, piscina, jacuzzi, gimnasio, seguridad privada y jardinero… y el banco te prestaba el dinero aunque fueran mileuristas a cuarenta o cincuenta años y además te lo sobrevaloraban para que pudieran comprar los muebles acordes con el paraíso y además los primeros plazos de un coche que meter en la plaza de garaje… los constructores vivían felices (y se forraban), los obreros pedían otro préstamo para acceder a viviendas similares, los de los muebles convencían: por un poco más… este es de mejor calidad y aproxima tu vivienda al lujo. De nuevo ganaba el distribuidor de vehículos, los vendedores de muebles, la industria del ladrillo, los fabricantes de electrodomésticos, los cementos, las arenas, los de la maquinaria de construcción, los que proporcionaban cristales y ventanas, quienes a su vez tenían créditos de los bancos para ampliar sus negocios o por qué no? Comprarse la casa, el chalet, el yate…
Pensando, pensando me pregunto que se ha hecho de esa cantidad de beneficios, de dinero que cambiaba de manos, que se movía de un lado a otro si tenemos en cuenta que el dinero es hoy por hoy, similar a la energía. Ni se crea, ni se transforma y en este caso cambia de manos. ¿Dónde habrá que ir a buscarlo?

En fin, lo dicho, vivo inmersa en esa realidad, pero también en la propia. En esta en la que un amigo, una amiga te tiende la mano, que la familia te ayuda, vivir centrando el esfuerzo, eligiendo con cuidado en que gasto y en que no, disfrutando mucho más ahora de la inversión en un libro, de regalarme una chaqueta necesaria, de crear platos imaginativos con poco dinero, de charlar, de reír, de escribir, de soñar. Es barato. Es satisfactorio, solo requiere una pequeña dosis de esfuerzo (eso es gratis).
En estos tiempos que corren deberíamos sonreír más. A cualquiera. Al anciano que se te cruza en la calle, al vecino, al conductor del autobús, al dueño de la tienda, a las empleadas del súper. Sonreír, ser amable, escuchar. Todo ello es gratis. No da de comer, es cierto, pero te hace sentir mejor.
Abrazarse. Abrazarse mucho. Abrazar a los amigos, a los hijos, a los padres, a las mujeres, a los maridos. Volver a hablar en susurros o a pleno pulmón. Vivir sin esperar para hacerlo que las cosas cambien.

5 comentarios:

  1. Y lo curioso del caso, es que mientras ese engranaje funcionaba, éramos felices, o al menos lo parecíamos. Ahora... ahora es otra historia.
    Un abrazo

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  2. En aquel tiempo tuve momentos felices y sumamente infelices. Ahora he alcanzado cierta estabilidad y sonrío más. Hay cosas tan importantes o más que la economia. De hecho y si seguro que están saliendo mezquindades, también ha surgido una especie de solidaridad silenciosa, sin darse a conocer, sin estridencias. Las familias, los amigos se echan una mano unos a otros.
    Me hablaron de una especie de proyecto no hace mucho en el que incluso propietarios de fábricas, pequeñas empresas, pequeños negocios se prestán dinero unos a otros, porque ya sabemos lo mucho que los bancos pasan.
    Quizá nos obliga a vivir más cerca unos de otros. Y a redescubrirnos.
    Un beso.

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  3. Es cierto lo que dices May, yo lo he podido vivir en la empresa que trabajaba. Era normal que entre varias empresa, amigas, se hicieran favores económicos. Y bueno, está bien esa solidaridad de la que hablas, aunque sería mucho mejor que nadie tuviera que echar mano de ella. De cualquier manera, hay que buscar el lado bueno de las cosas y quizás ese lo sea, el tener la oportunidad de ayudar y de que te ayuden. Lo de que sonries más, me ha gustado un montón. :) A veces la vida nos sorprende.
    Un abrazo

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  4. Este texto vale horas de conversación, con tantas variables que nos podrían los pelos de punta. ¿Quizás el derecho al pataleo?. Pero como incentivo para una posible charla imaginaria:
    1- Mientras unos trabajen y otros, no hablo de empresarios sino de personas, se aprovechen del esfuerzo de otros porque tienen "derecho" a vivir tan bien como los que se esfuerzan...
    2-El mero hecho de poder respirar cada amanecer es motivo más que suficiente para "dar gracias a Dios" -se decía antes- siendo más terrenal, para sonreír, para disfrutar de aquellos a los que quieres y a los que no, para regalar sonrisas y un poquito de comprensión...
    May, nunca debí conocer tu blog, soy muy cansino...jajajja, disculpa.
    Un saludito amistoso.

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  5. No eres cansino para nada. El alimento de la mente tal vez sea ese, compartir ideas.
    Lo que yo espero es que no te canse estas idas de olla mías.
    Un beso.

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