jueves, 19 de abril de 2012

Hilvanes

Vivir cansa ¡Coño, si cansa! Madrugar, encerrarse o mejor perderse en el hilo del pensamiento. Buscar la inspiración que me llenaba ayer de madrugada, después de dormir unas escasas cinco horas es casi imposible. Recuperar esa alegría optimista que siento a veces a mitad de un escrito cuando la inspiración visita mi trabajo y creo de verdad que la historia va a funcionar, es hoy difícil. El tren, la niña y sus problemas no consiguen atraparme aunque viven inmersos en mi mente y no saldrán de ella hasta que su pequeño drama con final feliz esté escrito. De hecho me he levantado con un nuevo inicio en la mente para el cuento que debo valorar antes de lanzarme a escribirlo, aunque si soy sincera no es realmente eso lo que me frena, es que tengo sueño.

Ayer después del taller, que fue como siempre interesante, aunque en esta fase lo es más, había quedado con Amparo después de algún tiempo sin vernos (hay momentos en mi vida que soy una mal queda). Ella está en plena fase de estudio para unas oposiciones y mi vida... a veces es una locura. Así que como definió muy bien en algún momento de nuestra conversación, nos encontramos como cuando dos bolas de billar chocan en plena trayectoria, con fuerza para luego seguir cada una un camino diferente.

Acabamos cenando una hamburguesa y cervecita, saltando de tema en tema, tratando de ponernos al día. Algo casi imposible. De cada vivencia sacamos una, dos, tres o cien reflexiones. Nos pisábamos una a la otra, nos desviábamos del tema, y volvíamos a recuperarlo minutos después.

Estábamos cansadas, para mí el día había sido larguísimo desde las tres y media de la madrugada, para Amparo con las oposiciones encima y el gim, también. Pero creo, al menos yo, que nos revitalizamos en nuestros encuentros. Nos abrimos, nos mostramos, confiamos. Y la verdad sea dicha: no hay nadie como Amparo para abrazar y hacerte sentir querida.
¡Amparo, puedes abrazarme siempre que quieras! Me gusta. Sé que te da la sensación de que no, de que las muestras de afecto no son lo mío, pero no es cierto, solo es este carácter mío, un poco retraído en ocasiones. Y me importa bien poco que el señor del bus, o quien se cruce en nuestro camino piense según que cosas. Puede que les alegremos el día y todo.

2 comentarios:

  1. Amistad! Esa es una de las cositas que tiene, que da igual el tiempo que pase, incluso que se vuelvan a quedar cosas inconclusas; se tiene la certeza o más bien, puesto que no se piensa en ello, que la cosa seguirá independientemente del tiempo que pase como si fuese el hoy.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Una crónica muy personal con gusto a May. No te preocupes por ese relato del tren, la vida es cuestión de prioridades. Seguro que cuando menos te los esperes, surge la idea y lo culminas...al profe no le importará.
    Abrazar es una de las terapias menos reconocidas, pero muy efectivas. Coincido con Simplícisimus en el valor de la amistad.
    Un saludo.

    ResponderEliminar