sábado, 15 de septiembre de 2012

Mi Ordenador


Hace como semana y media, algo más que me quedé sin PC. Me ha costado una pasta pero ya está aquí. Recuperado y saneado. No puedo decir que vaya más rápido, pero va y bien que es lo que importa. Durante este tiempo, aunque podría haber cogido papel y lápiz para escribir que mira que puede ser barato y portátil, no he escrito ni una palabra. He roto mis rutinas. Me acostaba tarde, veía algo más de televisión, leía mucho y claro, madrugaba menos.
La he echado de menos, la rutina, digo. Me he sentido un poco vacía mientras organizaba en mi mente ideas que probablemente nunca verán la luz.  Como tantas otras que solo se pueden ver en mis documentos y que por tanto solo veo yo… a veces. Cuando retorno y releo sobre algún texto escrito en otro momento de mi vida y me da la pista de cómo me sentía entonces y los guardo porque me gustan o porque no me gustan pero ya están ahí mostrándome a mí misma en las buenas y en las malas. En algunas ocasiones hasta puedo rescatarlos y convertirlos en relatos, distintos de lo que estaban destinados a ser.                                                                                                 
Recuerdo que me llamó el chico que lo ha reparado y me preguntó si quería guardar algo de lo que había en el ordenador. Había que cambiar unas cuantas cosas y en el proceso iba a desaparecer todo lo que existía en él. Horas y horas de soledad ante el teclado. Le pedí que salvara mis documentos. Están aquí todos. Pero eso me hizo recordar mi otro ordenador ya muerto. En su disco duro, aún por salvar. En los años que hay allí guardados. En lo que viví fuera y dentro de ese cuarto para el ordenador. Es mi memoria de aquel tiempo. Sé que aún puedo recuperarlo, lo he preguntado. Hay probablemente una buena cantidad de relatos terminados o por terminar. En él empecé a escribir de forma más consciente. Pero también hay una especie de diario, en el que me esforzaba en recordar poner fechas. En el fondo no sé si quiero tenerlo. No sé si quiero recordar aquellas madrugadas que recuerdo invernales aunque no debían serlo todas, envuelta en una manta, con solo las manos libres. Aquellos días que se encadenaban y confundían en mi propia mente confusa. Hay un mundo de tristeza allí, en una memoria perdida en un aparato muerto. Pero también alegrías salvajes y profundas. Y realmente no sé cuál de esas dos sensaciones me da más miedo recordar. 

2 comentarios:

  1. Habitualmente soy espontaneo y directo, hoy no; hoy me he tomado unos minutos.
    Las personas vamos cambiando progresivamente con el tiempo, de manera que no apreciamos demasiados cambios en nuestra forma de ser o actuar. La mente nos lo dificulta más todavía "modificando" parte de los recuerdos, tal vez para tener la conciencia tranquila, tal vez porque no merece la pena darle vueltas a lo que echo está. Sin embargo, es testigo valiente aquello que escribimos en su día y que nos muestra en toda su crudeza cómo nos sentimos, de qué manera pensábamos y las consecuencias -buenas o malas da lo mismo- de nuestros actos.
    Recuperar algo ya pasado? ¿por qué no? Miremos cara a cara a nuestros demonios y digamosles que no fueron ellos nuestros maestros titiriteros, que usamos nuestro libre albedrío.

    Un abrazo y un beso may

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Simplicisimus, siempre hay espacios para encontrarse. Yo creo que vamos cambiando, no tanto como quizá nos gustaría gracias a la experiencia, a las vivencias y estás con el tiempo son un recuerdo que a veces borramos de nuestras mentes.
    Y puede que sí, que haya que mirar a nuestros demonios alguna vez a la cara, al menos para constatar que sí, que hemos sobrevivido a ellos. O eso creemos...
    Un beso

    ResponderEliminar