sábado, 11 de julio de 2009

Caracolas

He ido a pasear, ando kilómetros por la playa. Me gusta el roce de la arena en mis pies, las salpicaduras del agua, cuando imprudente y amante del mar acabo por llevarlo hasta los muslos. Siempre termino empapada y me encanta. Durante esos largos y kilométricos paseos, pienso en tantas cosas. Y a veces con un poco de suerte, cuando me paro, cuando me siento en una piedra del puerto, cuando fumo un cigarro y dejo que mi vista se pierda, no pienso en nada y mi mente se vacía. De pronto no estoy en ninguna parte. Es una sensación extraña cuando vuelvo de ese no lugar y traigo conmigo una suerte de paz y una maravillada alegría. Ayer vi en la orilla un caparazón de tortuga. Y dos caracolas pequeñísimas. Y la recolectora nata de recuerdos que soy, prefirió dejarlo allí. Están en mi memoria como tantos otros recuerdos.

No había confusión en las huellas de las gentes en la arena, líneas paralelas que el mar se encargaba de llevarse. Cuerpos que no se tocan tendidos al sol. Almas perdidas en el calor azul del día.

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