jueves, 19 de enero de 2012

El corazón del hogar

La cocina es el alma y el motor de mi casa. El salón, su corazón. Entre los muebles que lo componen reina el sofá: reuniones de amigos, largas horas conversando con mi marido. Juegos con mis hijos, explicarles el mundo, lecturas de cuentos de hadas sentados muy juntos, mi brazo sobre sus hombros, sus manitas señalando dibujos, sus ojos fascinados. Hace tiempo el sofá se rompió y heredamos otro. Había perdido su naranja brillante. Incómodo, deslucido acabó por acomplejar la mesa de cristal y los gráciles muebles donde atesorábamos nuestros libros, la cristalería luminosa, la bailarina, el pato azul, el elegante joyero... objetos y recuerdos escogidos a lo largo de los años. Me incomodaba hasta el punto de pasar cada vez menos tiempo en él. Un día y otro me alejaba del sofá, del salón, del corazón del hogar. Todo empezó a ir mal. Nos dispersábamos por la casa, sin centro. Una mañana me detuve delante de un escaparate. Un maravilloso sofá granate me llamaba. Cálido, acogedor. No lo pensé. Entré, me senté. Sentí su bienvenida. Sonreí al dependiente. Ahora, mi hogar tiene un corazón que late con fuerza, nos atrae a su centro. Risas, caricias, lecturas llenan de nuevo el salón de mi casa.

4 comentarios:

  1. Interesante, pero como soy como soy, comento... Según Buda "El exceso de apego a las cosas y a las personas genera dolor" y añado yo que también disfrute, que la vida es sentir ambas caras de la moneda. Sin embargo, como sucede en tu relato, si hacemos centro de unión a un objeto y no a los propios sentimientos cultivados cada día, cuando desaparece esa "piedra Rosetta", sólo queda el vacío.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Siempre es bueno tener un sitio donde compartir las experiencias diarias, tener buenos momentos, aunque a veces no tan buenos, pues en el también pueden haberse recibido malas noticias. Pero las "cosas" son solo vehículos a través de los que los momentos suceden.
    Un beso y un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Bueno, este relato participó en un concurso sobre muebles. Es cierto que los objetos no son realmente importantes, excepto en la medida en que los revistas de sentimientos y recuerdos. Entonces, quizá sí. Puede que no sea un sofá o una mesa, aunque podría ser el caso. Puede que sea esa joya que te regaló alguien, un pequeño regalo que alguien querido te trajo de un viaje, unas figuritas: un mandarín, una barraca, unos ancianos sentados en sus mecedoras que tu padre pintó ya enfermo con sus propias manos y te regaló. Sin valor, excepto que al tenerlos entre tus manos te llevan en un viaje mágico al pasado. ¿Si no existieran esos objetos recordaríamos igual? Sí, por supuesto. Pero tocarlos es como acariciar tus recuerdos.

    ResponderEliminar
  4. Un dulce rincón donde sólo sabe a hogar y que tú has pincelado con maestría.

    ResponderEliminar