lunes, 19 de marzo de 2012

Momentos

No he pasado una buena noche. No por despertarme temprano. Estoy acostumbrada. Puede que sea por haber dormido en sofá de casa ajena. Aunque considerar ajena la casa en la que me he criado sea ir un poco lejos. . Dormir en el sofá... sí, es posible que sin quererlo me haya traído a los sueños una de las peores épocas de mi vida precursora de tiempos aún más negros. O no, o tal vez solo sea la marea de acontecimientos que me ha llevado hasta aquí hoy. O una mezcla de todo, combinado con la tortilla que cené anoche.
He tenido una pesadilla, llegaba a una ciudad y alguien tenía que recogerme. No tengo claro que la persona supiera que yo llegaba o no, pero allá iba yo con una enorme maleta azul, bajando una larguísima calle, esperando que en cualquier momento apareciera. Entro en un bar, no sé exactamente a qué y luego a un comercio y al cabo de dos o tres calles, me cuenta de que he perdido la maleta, me llama la persona en cuestión y no puedo escucharla, intento mandarle un mensaje de texto y es imposible... me he despertado un poco agobiada a tiempo de ver a mi sobrina con blusón, cargada con una mochila gris saliendo de casa. Y eso sí era real, las cinco de la mañana. Son cosas que pasan en fallas.

Anoche antes de dormirme repasaba en mi mente los cambios de la casa.  Qué tienen más que ver con los muebles, la pintura, las personas que con la estructura. Ya no queda ni rastro de aquellos armarios de cocina que mi madre limpiaba con petróleo, ni aquellas pilas profundas, rosadas donde aprendí a lavar platos y cubiertos subida a una silla pequeñita. O de aquella puerta pintada tantas veces de blanco, con cristal que me cargué un día al cerrarla de un portazo para que el gato no se saliera. O de la mesa de comedor, larga, rectangular, oscura, dónde me escondía las mañanas de los sábados para ver la tele y jugar sin que las demás se pasaran el tiempo mandándome recados, eso sí, con un trapo de polvo en la mano, porque indefectiblemente me tocaba limpiar las patas de la mesa  y el baño.

Así que es posible que me haya alcanzado esta noche una amalgama de momentos y tiempos, revueltos en mi subconsciente, junto con la incomodidad del sofá,  el murmullo de la televisión de mi hermana puesta toda la noche, de los sonidos desacostumbrados de una casa que hace mucho dejó de ser la mía, de las preocupaciones presentes y futuras y me haya hecho venir aquí en la madrugada para descargar de alguna forma esta sensación densa, pesada, que me recorre por dentro hoy.

2 comentarios:

  1. Frases cortas, rápidas, como destellos, recuerdos que retrotraen a esa infancia que perfilas. Pesadilla de maleta pulsante, sueño soñado en otro relato intimo que nos acerca a tí como a hurtadillas. Llegamos a tu cocina para que nos sirvas de merienda tus relatos.
    Delicioso.

    ResponderEliminar
  2. Y eso que no he contado que en esa cocina me bañaban de pequeña en un enorme barreño... Lo del gato fue sonado, casi me mato ese día, porque rompí el cristal con el cuerpo. Que ese fue el motivo exacto por el que mi madre no me mató a continuación. Le pudo más el susto de lo que podía haber pasado que el cristal roto.

    Un besito.

    ResponderEliminar