viernes, 1 de junio de 2012

Pesadilla

Esta noche he tenido otra pesadilla. No la recuerdo casi, solo seres desmembrados, mucha sangre y persecuciones. Sí he mirado la hora cuando me he despertado con el corazón acelerado y con la sensación de ahogo, de luchar por coger aire en el pecho: eran las doce. En punto. Y no ha sido por cenar tarde, ni demasiado. Me tomé un helado a las siete y después anduve un buen rato. A las nueve y media o antes en la cama ¡Un exceso!
A lo que iba. Durante esos cinco, diez minutos que me costó tranquilizarme para volver a la cama aún impresionada por las imágenes con las que me puedo torturar a mí misma, pensé que sí, que a veces se echa de menos a alguien durmiendo a tu lado. No se hubiera despertado, pero una espalada sólida es una buena ancla cuando el miedo te llena.

Mientras intentaba volver a dormir pensé en el acoso constante en el que vivimos. El desgaste de llegar a fin de mes, la amenaza continúa de nuevas subidas, el materialismo impuesto desde arriba aunque en apariencia sea lo contrario; todos sabemos muy bien que le pasaría a ese horno donde cada día compras el pan si dejáramos de hacerlo, la incómoda sensación de que nos toman el pelo, de que nos culpan, al ciudadano de a pie de una crisis que ya empieza a oler a producto de mercado, por desgracia fresca y sin rastro de ir caducando. Me dio incluso tiempo a pensar, con esas ideas inconexas de la noche en esa acusación que lanzan al ciudadano: Vivíais muy bien y ahora hay que pagarlo. Yo no recuerdo haber vivido nunca muy bien. Siempre con esfuerzo y siempre llegando por los pelos a todos los pagos. Eso sí, sin faltar ni uno.
¿Qué tengo que ver yo y la mayoría de la gente que conozco con esos veinticuatro mil millones de euros que necesita la famosa entidad bancaria? Si ni siquiera podemos imaginar tal cantidad de dinero.

En fin, que me preocupan mis amigos que están en una posición precaria. Me asusta ver como todo esto derrota a algunas personas. No puedo ni empezar a imaginar que vendrá después.

Pero ya, una vez expuestos los demonios a la palabra, me embobo mirando el amanecer. Un pequeño vislumbre sonrosado juega empujando la oscuridad. El dorado se asienta sobre el rosa y un poco más arriba un imposible verde va dando paso al azul violeta. Hace un par de minutos no había luz en el cielo. Pronto será de día. Soy afortunada. Al contemplarlo vuelvo a sonreír.

2 comentarios:

  1. Sin duda alguna, "los pescadores" saben como mantener el sedal tirante para no perder la presa.

    Siempre existe un motivo para sonreir... si respiras.

    Un abrazo.

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  2. Después de la tormenta siempre vuelve la calma. Eso dicen, y creo que es cierto. Aunque mi favorita sobre este tema es esa de: no se llega al alba sino a través del camino de la noche.
    Tu "Pasadilla" es un emotivo e inteligente ejercicio de reflexión colectiva desde las ventanas de tus ojos. Una invitación a compartir tu pupila, la fortuna del nuevo día con el convencimiento de que siempre hay esperanza, siempre amanece después de la noche y la luz como en el origen del universo nos renueva de vida.
    Gracias, por tu luz en mis pupilas.

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