jueves, 23 de agosto de 2012

Conversaciones

Estos días he tenido varias conversaciones. Hablo con todo el mundo y no me callo como dice alguien que yo sé, ni debajo del agua. Hablé sobre todo con mujeres. Y cada una me hizo reflexionar a su manera. La primera en la parada del bus. Algo mayor que yo, muy delgada, pelo corto y rubio, con una de esas caras triangulares que a mí me gustan mucho. Me recuerdan a los elfos, me hacen esperar  ver asomar unas orejas puntiagudas. Los ojos le ocupan la mitad de la cara y la sonrisa es a la vez: dulce, triste y bonita. Como mucha gente que he conocido este año, forma parte de mi proyecto Sonrisa. Hablamos un poco de cada cosa, pero sobre todo de política. Es el pan nuestro de cada día. Ya podían guardárselo los políticos donde les quepa. Lo importante es que se presentó, se llama Rosa y que preguntó mi nombre. Vuelvo a constatar que ver al "otro", sonreír, escuchar, te lleva a conocer.

La segunda conversación llegó una tarde. Sentadas en una terracita mirando el mar, con una de las mejores personas que conozco. Y que además tengo la fortuna de que sea también la mejor de las amigas. Me contaba, haciendo un repaso rápido, lo que le ha sucedido en las dos últimas semanas. Entre otras cosas una imposición de manos. Soy bastante escéptica en algunos temas. No digo que no existan, digo que si vas a un quiromasajista porque tienes contracturas musculares, a poco que le cuentes de tu vida, ya debe saber que son por estres, por que tienes la vida acelerada, porque aceptas más responsabilidades de las que tu cuerpo puede admitir. El consejo no estuvo mal. Si vives a trescientos por hora, reduce hasta noventa. Y disfruta del paisaje. Claro, que con esto puedes añadir otro gran problema a los que ya tienes: que el paisaje no te guste. E incluso otro peor, que no encuentres la forma de cambiarlo. Y si me apuras diría que puede empeorar incluso más: que sí encuentres como cambiarlo. Y eso, da mucho miedo.

La otra conversación, más bien unilateral la tuve ayer: Encuentros que tiene la vida, no del todo inesperados, pero si en el ámbito de la sorpresa por la cualidad: ¿De verdad tenía yo necesidad de saber como se van a repartir la herencia y los paso que hay que dar? Por lo visto sí. O eso pensaba él. Más que el tema en si, que viene envuelto en las quejas acerca de los papeleos necesarios cuando alguien muere y las tasas que nunca pensó que tenían precio y lo tienen, por debajo de si hay que pedir certificados de defunción, últimas voluntades, alrededor de sus palabras están el gesto y la voz. Gestos que ya me son extraños, aunque aún pueda ver cuando no me dice del todo la verdad y en la voz, un temblor infantil, un exceso de cordialidad.



1 comentario:

  1. "Lo único que nos separa de la muerte... son nuestros padres", frase cuyo autor no recuerdo.
    En toda conversación siempre hay algo que aprender, ya sea mundano o del alma, incluso si nos mienten con esa sonrisa que parece gritarnos que somos demasiado crédulos.
    ¿A qué viene la frase? Instinto, desde hace un tiempo y tras rememorar cientos de situaciones me he dado cuenta de que me "instinto" suele ser certero.
    May, vigila.
    Un abrazo

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