martes, 18 de septiembre de 2012

La Orquesta filarmónica

Este fin de semana he vivido una experiencia nueva. He visto muchas veces el Palau de la Música, siempre por fuera, a pie o en bus. Pero nunca había entrado. Mi impresión general: espacios amplios, elegantes y un poquito imponentes. Pinturas y fotografías en las paredes. Me gustó la composición de estás últimas. Cuerpos desnudos de hombres y mujeres en blanco y negro. Sombras y luces que los convertían en paisajes a recorrer con la mirada. Alguno de ellos podría tenerlo en la pared que enfrenta mi cama.
Muchas escaleras. Estábamos en el primer piso y veíamos la orquesta desde arriba en un lateral. Un poco incómodo en algunos momentos porque una parte del escenario no era visible desde ese ángulo. Creo, no puedo asegurarlo que también es la primera vez que veo un concierto de música clásica en directo. Me impresiono la etiqueta del asunto. Los trajes negros, los peinados sencillos en las chicas, los rostros que no mostraban la pasión por la música, en un intento, quizá de convertirse en parte del instrumento que crea la música. De darle el protagonismo tan solo a las notas que ruedan, se elevan, envuelven al oyente haciéndole cómplice de los sentimientos, las sensaciones que el autor volcó en ellas.

La música junto con la impresión del Palau que visitaba por primera vez, las ropas formales de la mayoría de los asistentes, la forma en que los músicos sostenían sus instrumentos, como se abalanzaban a cambiar las páginas pautadas en los atriles, la dirección de Carmen Mas con los movimientos elegantes de sus manos, sus brazos, su cuello, su sonrisa, su mirada, como si toda ella fuera una batuta, el juego de las sillas en el escenario, aumentando o disminuyendo en función de los músicos (instrumentos) que iban a aparecer en la pieza, despertó mi curiosidad y me alejó, creo, del propósito final, del dejarse llevar y transportar por los sonidos a otros mundos, excepto cuando un solista con su violonchelo consiguió hacerme perder de vista todo lo demás. Me contó una historia en la que mi imaginación vio drama y arrepentimiento.

¿Lo qué más me sorprendió? La presentación de la orquesta. Creada o "alumbrada" por la Asociación Foro Económico y Cultural Hispano-ruso, nos hablaron de lo mucho que teníamos en común los rusos y los españoles, sobre todo los valencianos.

Fue una tarde diferente, curiosa y ya no puedo decir que nunca he estado en el Palau.
¡Ah! Y el café y la charla de antes y después con Ana. Como siempre, lo mejor de lo mejor.

5 comentarios:

  1. No es dónde se va, si no la actitud lo que convierte cualquier lugar en algo "diferente", "especial" o simplemente en un lugar más.
    La actitud es la diferencia entre disfrutar o no de la vida.

    Un beso y un abrazo May.

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    1. Bueno, a mí me encantó todo, aunque la curiosidad por "ver" quizá me alejase del objetivo final de disfrutar completamente de la música. No puedo remediarlo, siempre anoto datos en mi cabeza. A veces es un asco.
      Suelo disfrutar de casi todo lo que hago. Ya que me pongo...
      Besos, ya me contarás como vas.

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  2. Aparte de no conseguir entrar en el Palau de dos intentos, por poco no me roban la cartera en los aledaños....
    ¡Como está la zona de carteristas!.

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    1. Jo, siento las malas experiencias. A la tercera seguro que va la vencida. No sé yo, como siempre voy agarrada al bolso por si acaso, que ya me lo robaron una vez y no precisamente por esa zona. La visita merece la pena, tiene un órgano imponente (no va con segundas, es de verdad)y unas ventanitas muy curiosas justo enfrente que imagino que serán para controlar la iluminación que me tuvieron fascinada la mitad del tiempo. La silueta de un hombre se recortaba en una de ellas, como si tuviera la puerta entreabierta justo detrás de él, iluminándolo lo justo.
      Gracias por pasarte.

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  3. Me has recordado cuando iba a menudo al Palau a los conciertos gratuitos de los domingos. Te hablo de los 90, cuando estaba en la facultad y un amigo y yo ibemos a disfrutar de la música clásica. Hace tiempo que no voy pero seguro que conservará la magia de entonces, y me sorprenderia de los detalles como tú misma hilbanas tan literariamente aqui. Un saludo, otro para Ana.

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