sábado, 11 de julio de 2009

Las máscaras...

Aquella noche tuve lo que se llama una cena de amigos. El aburrimiento y el distanciamiento vinieron también a cenar. Es difícil encontrar interesantes temas de conversación centrados en adelantos del móvil, el salario base de los obreros, la diferencia entre el sueldo de un oficial de primera y un peón, el olor a pies y la elección entre tomar una copa a bailar o por el contrario tomar varias bailando. A veces pienso que en cierto sentido puedo ser una esnob, pero cuando repaso la conversación... no se habló de música, excepto para elegir el garito, no se hablo de libros, no se hablo de política, no se profundizo absolutamente en nada. Planté mi sonrisa artificial y hablé de cenas de empresa para la próxima navidad, me armé de paciencia ante el que dijo que unos servían para encofrar otros para hacer regatas y otras para coser y fregar. Y al cabo de un tiempo sin poderlo evitar me deslice a mi propio mundo y pase a un estado contemplativo-observatorio. Me aislé tras mi máscara.Pero lo realmente triste de la velada vino después, cuando acudimos a una discoteca, llamémosla de adultos. Allí las máscaras eran diferentes. Brillantes plumajes de diversos colores cubrían cuerpos y caras ajados y solitarios. Sonrisas fijas, ojos al acecho, suma de soledades.Risas y palabras captadas al azar, luces suaves que aún así no lograban ocultar el paso del tiempo, perfumes empalagosos que hacían sentir bienvenido el humo del cigarrillo. Miradas como manos resbalando por el cuerpo. La soledad tiene aquí un matiz de desesperación que me abruma. ¡Cuantas mujeres solas! Transformadas por mi mente poco caritativa en lobas hambrientas, en ganado venido a menos dispuestas a cualquier cosa para esta noche al menos, por favor, ¡al menos esta noche! paliar el tedio de sus vidas.Como mujer entiendo que bajo esos rostros cuidadosamente maquillados buscan la última oportunidad. El príncipe azul, aún pasado de copas y de vuelta de todo, que las rescate de su soledad.Son princesas, de cabellos tintados, de rostros cuidadosamente pintados, con patas de gallo, arrugas en la piel y el corazón, asomadas precariamente al balcón más alto del frágil castillo de sus vidas.Cuando al fin salgo a la noche, oscura y fría, escucho los comentarios de los que me rodean. Los de ellos que se sintieron halagado por la atención que despertaron en ese grupo de mujeres, los de ellas encantadas del éxito de la noche. Sintiéndose seguras y afortunadas, aún sin haber pensado en ello conscientemente, por no pertenecer al grupo de las princesas sin príncipe.Y yo siento, tú lo sabes, una inmensa tristeza.

9 comentarios:

  1. Hola, me llega tu blog como suelen llegar las cosas por internet, de improviso y casi anónimas. Leo este texto y me identifico tanto con su contenido que debo comentarlo. Hace poco estuve en una fiesta y ví todo lo que comentas y resumes, haces una descripción fiel a lo que allí aconteció y, también, sentí tristeza. En fin, seguiré tu blog. Enrabuena. Ah!, soy Javier. Saludos.

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  2. Saludos, Javier. Bienvenido, pasa cuando quieras. Ponte cómodo y lee y comenta lo que te apetezca de este blog perdido en la red.

    Sí, produce una tristeza inmensa. Puede que percibamos cierta falta de dignidad en ese comportamiento, una ruptura de los sueños perdidos...

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  3. Hola May,vuelvo a ser yo, Javier, agradezco que dejes la puerta de par en par. Hablas de falta de dignidad, de ruptura de sueños perdidos, de tristeza; yo quisiera ir más allá para encontrar el factor que provoca todas esas sensaciones que nosotros percibimos en el conjunto, si el mundo se mueve y se autoengaña de acuerdo a unos parámetros que no van con nosotros pero que sí identificamos (y perdona que sin conocerte te incluya)¿por qué debemos juzgarlos?, en mi caso no son relevantes, casi que me importa más saber si hay consciencia o no en todo ese grupo de príncipes y princesas.Estoy leyendo el último libro de Juan Manuel de Prada y relativiza estas situaciones hasta el punto de que son las que interesan para el funcionamiento de la sociedad. POr cierto,bonita frase, "ruptura de los sueños perdidos"....

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  4. Hola May! disfrute con tu relato. Para mi identificas muy bien la realidad de dos mundos que cada vez crecen mas. Por un lado la distancia de personas que necesitan algo diferente y no se pueden conformar con la normalidad de las relaciones y generan "la patologia de la normalidad", inmersas en una rutina que les descoloca. Por otro lado las nuevas mujeres que retornan a las relaciones de adolescencia en busca de un principe que las salve. No creo que solo las podamos ver con una conducta indigna sino que pienso que son esclavas de su época, sumidas en una presión donde la felicidad esta en la pareja y se envuelven este mundo, donde retornan a una juventud que incluso algunas no han vivido. Te animo a que continues con este tema...es muy interesante.

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  5. Por lo pronto, bienvenida Elisabeth. Estoy de acuerdo contigo, Elisabeth, que están sumidas en la presión de buscar la felicidad a través de una pareja. Pero siempre podemos elegir actuar de una u otra manera. Lo que yo percibí fue desesperación, tristeza, frustración y miedo.
    Lo que me molestó si lo pienso bien, fue la falta de sincerididad en todo. Por eso me pareció que todos llevaban máscara. Sonrisas falsas, colores brillantes, prendas llamativas que ofrecían un momento de placer cuando sus ojos pedían un nuevo principe que las salvara de nuevo.
    Eran adultos y como tal tenían libre disposición de su cuerpo y me hubiera parecido genial si hubiera concordado sus expectativas con sus ofrecimientos. Pero no era así. En ninguno de los dos casos. Por parte de las personas que me acompañaban aquella noche con sus parejas creí ver más de un comportamiento distinto. En ellos y en aquella horrorosa sala de fiestas, una especie de engallecimiento de corral (si tal expresión existe) en ellas alivio de no tener que salir a "buscar" y conformidad con lo que había. Estás observaciones surgen sobre la marcha, Elisabeth. No sé cual será la próxima. Pero me interesa nuestro pequeño debate.

    Javier, supongo que sí, que juzgué en su momento y sigo haciéndolo. Pero más las sensaciones que me producían a mí las imágenes que estaba observando.
    ¿Por qué lo hacemos? A veces pienso que no acabo de entender estos juegos sociales, como si nunca me hubieran explicado las reglas o yo no hubiera sabido interpretarlas. Por lo tanto cuando me encuentro en una situación así, observo.
    Yo no creo que sean conscientes de lo que muestran en ese momento al observador. Están demasiado inmersos en su mundo de soledades mal asumidas, de miedos, de perplejidades.

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  6. totalmente de acuerdo May, es exactamente lo que a mí me ocurre SIEMPRE que formo parte de una fiesta en la que, importante apreciación, o bien no pongo yo la música o la calidad de la misma no te produce ningún efecto desinhibidor. Es esa situación "privilegiada" de observador la que nos posibilita ver en su ángulo muerto, al tiempo que sería más saludable para todos si, como tu bien dices, llevaran a cabo sus expectativas, ¿no crees que temen a las distancias cortas?.Al hilo de lo que comenta Elisabeth sobre la búsqueda de tiempos perdidos, malgastados, o muertos, no sé si es la edad o el desgaste en la pareja, la falta de amor en definitiva o, como diría Julio Bustamante, el jazmín y azahar.

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  7. La edad, el desgaste del amor todo ello podría ser la causa, pero también el cambio. Cambiamos a medida que maduramos, que interiorizamos las experiencias de nuestras vidas, que buscamos conocimiento: de nosotros mismos, de aquello que nos rodea. Cambian nuestras expectativas, lo que deseamos en nuestras vidas. Y es posible que cada uno se aleje del punto de partida. Llegados a este momento se puede resolver de diferente manera. O bien optas por hacer que no ves y seguir con la mecánica del juego o bien autoconvencerte de que lo que tienes es lo que de verdad deseas o bien, cambiar tu vida de arriba abajo.
    A veces, muchas, veo gente que solo aparenta estar viva.

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  8. "cha cha cha cha changes" que diría Bowie. Creo que la felicidad, o el hecho de sentirnos muy bien en momentos puntuales es el propósito de nuestro día a día, lo que ocurre es que proponerse la búsqueda de la felicidad como objetivo se convierte en resignación, por eso pienso que buscar el bienestar o felicidad en las cosas más sencillas es lo que nos hace ,además de felices, nos hace proyectar la sensación de felicidad, de cercanía o proximidad. Vivimos alejados unos de otros, nos da tanto miedo compartir nuestra levedad, deberíamos reivindicar las emociones para dejar de aparentar.

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  9. Pero vivir las emociones, manifestarlas, compartirlas parece que de algún modo es incómodo. Tal vez no tanto para aquél que las muestra como al que se las muestran. La sonrisa cortés, el apretón de manos tibio, la conversación anodina y sin consecuencias es el pan nuestro de cada día.
    El "impudor" de dejar las emociones abiertas a quien quiera verlas, suele generar malestar, se desvía la vista cuando álguien llora, incluso molesta cuando rie demasiado abiertamente o si el enfado sale a flor de piel.

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