jueves, 9 de agosto de 2012

La pierna y otras cosas

El lunes de la semana pasada amanecí con un dolor, en aquel momento parecía moderado, en la pierna. La izquierda, concretamente el muslo parte superior externa. Lo que en principio parecía un dolorcito de nada, pensé que habría dormido mal, en mala postura o vete a saber qué, fue aumentando de tal forma que cuando bajé del autobús y crucé la Avenida, cojeaba. Aguanté con paciencia, cumplí con mi jornada más o menos bien y esperé como imagino hacemos todos que se pasara solo. No fue así, de hecho, me hizo pasar una semana bastante jodida y aún ronda por ahí el dolor. Haciendo memoria recordé que el domingo al irme a la cama, di un traspiés bastante aparatoso, de esos de me caigo, no me caigo y que consigues no sabes como frenar la caída. Así que ahí estaba el motivo, aunque no la solución. Si miramos en el libro de Ana, la causa sería otra: algo hay que no me deja avanzar (y eso vale para un dolor de pies, para tropezar constantemente y para esto también imagino).
En medio de todo esto, falleció la madre de mi ex. Lo que significó visita al tanatorio, reencuentros forzados, un ofrecimiento de llevarme al hospital (muchacho, no era el momento, con el cuerpo presente en la sala) y la apostilla de que soy una cabezota. Yo añadiría que siempre lo seré para según que cosas.
La cuestión es que he reflexionado sobre varias cosas: la primera que tengo poca paciencia conmigo misma respecto al dolor o la enfermedad. Me impacienta que cosas tan habituales como sentarse, levantarse, andar, cruzar la pierna, vestirme, entrar en la bañera… tenga que pensarlas primero para ver la mejor forma de hacerlas sin joderme más. Me sorprende que además me produzca un vago sentimiento de culpabilidad.
En otro asunto que me ha hecho pensar es en los mayores, nada extraño ya que me relaciono constantemente con la vejez. Si por un miserable dolor de pierna me he sentido así, como no entender el mal humor que produce el deterioro físico, el desaliento de esos ojos que ya prácticamente no ven, ese oído mermado, la lentitud al caminar, el agobio y el malestar que pequeños contratiempos del día a día pueden causar, incluso las alegrías que rompen las pautas y que se está demasiado cansado para disfrutar, la perdida de las facultades mentales: No saber dónde se está, ni con quién se está. Y para cuando te das cuenta de algo, percibes que te llevan y te traen sin que tú puedas decidir quedarte una hora más en la cama o vestirte y salir a la calle o desayunar madalenas en lugar de tostadas.
 Y dentro de este tsunami de pensamientos, ayer me sorprendí sintiendo una honda y extraña ternura al observar esas manos inseguras, finas y elegantes a pesar de las manchas de la edad, pinchar con el tenedor el plato, sin llegar a cazar los macarrones o el tomate de la ensalada, y aún así llevarlo a la boca, para volver a repetir el movimiento, esta vez en otra zona del plato y quizá sí, atrapar parte del alimento. Apartar de un manotazo mi mano impaciente, cuando el deseo de ayudar y la lástima me incitaron a coger yo el tenedor para someterle a la indignidad de alimentarle en la boca. Cortar con los dedos un pequeño trozo de pan, que buscó y tomó con el cubierto para rebañar el plato, una y otra vez. Observar su tenacidad, su voluntad y sí, su dignidad me hizo olvidar la lástima, me dio paciencia y me llenó de amor, de respeto y orgullo.

Para propios y extraños aclaro que estoy mejor.  Aún hay movimientos que me cuestan y otros que directamente no puedo hacer (¡Coño, no puedo cruzar la pierna izquierda sobre la derecha! y eso afecta a más cosas de las que creía: probad a sacudiros la arena de los pies sin poder hacerlo y me contáis) De otros movimientos no puedo contaros nada, no he probado aún si puedo o no puedo. Imagino que me las ingeniaría si la motivación es… intensa.

3 comentarios:

  1. Y yo mandando señales de humo y de tinta por saber de tí. Me alegra haber leido en tu blog que estás mejor. Tu prosa goza de la excelente salud de siempre. Mejora de esa pierna, aunque no puedas emulas a la Sharon Stone. Lo que cuentas de la batalla diaria de los mayores me suena, creeme, no hace falta llegar a tener el pelo blanco para ver y sentir que florecemos rápido y nos marchitamos toda la vida. Pero seamos alegres, es barato y necesario. Sonriamos pensando que es jueves, que eso nadie nos lo puede quitar. Da pasos de gigante, amiga May, avanza con entusiasmo, la vida sonrie si tu sonríes.

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  2. Jo, ya sabes que no tienes que mandar señales de humo ni nada por el estilo. Siempre estoy, aunque esté vaga para abrir el correo o mandarte un mensaje (dicho esto, me sonrojo profundamente). Pero sé que sabes, tú me entiendes.

    Fastidia porque estoy acostumbrada a estar activa, excepto en las ocasiones que el cansancio acumulado me echa en el sofá a tontear con el mando.
    Un beso casto.

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  3. Me ha gustado como entrelazas lo propio con lo ajeno, la "juventud" con la "madurez".
    Yo traté durante bastante tiempo tamibén con gente anciana y llegué a la conclusión que en la mayoría de los casos no buscan la ayuda física si no una voz, una mano "cálida y amigable" que les recuerde que aún SON personas y no "viejos", que tan sólo las cosas se hacen viejas... Las personas Ancianas... pero PERSONAS.

    Una lástima estar lejos, de lo contrario ·humildemente- te hubiese ofredcido mis servicios como fisio y como amigo.

    Un abrazo May.

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