martes, 1 de septiembre de 2009

Ejercicio 31 REALISMO SUCIO

Crear un texto con las características del realismo sucio.

Es una forma de narrar historias sobre personajes "normales", grises, perdedores o a los que no les sucede nada extraordinario.

Es minimalista: utiliza los minímos recursos para contar historias cotidianas. No pretende crear moralejas, ni juzgar situaciones ni personajes, e incluso, deja las historias sin cerrar (cuenta retazos de vida, y la vida sigue fluyendo).
Su fórmula de escritura corriente ha influido en muchos escritores. Referentes del realismo sucio: John Cheever, Raymond Carver o Richard Ford.

No muestra grandes pasiones, sino la vida en sus peores momentos o pequeños incidentes cotidianos.
Basa su desarrollo en la empatía (relación lector/personaje-historia).
Son las cosas que vivimos normalmente y que reflejan con mayor exactitud las complejidades del alma humana, esta cercanía convierte a la obra en algo humano, real, intenso.
Puntos clave:
1.-Sus temas son la rutina, la ausencia de heroísmos, las desesperanzas diarias, los mundos grises que rodean a las personas.
2.- Debe tener naturalidad narrativa. Capta las conversaciones tal y como las realizamos.
El lenguaje es común y corriente. Los mínimos adjetivos posibles. No existen las figuras literarias. Apenas hay descripiciones: el bar es el bar, el dormitorio es el dormitorio, el viejo Ford es el viejo Ford.
3.- Los personajes no son ni buenos ni malos. Son torpes, débiles, en ocasiones algo menos cultos que el lector y sus recursos son más limitados. (desempleo, rotura matrimonial, alcoholismo, drogas, chantajes emocionales, amistad/enemistad)
4.- Aunque la historia parece cerrarse, deja más preguntas que respuestas. Puede que los personajes conduzcan la historia hacia un final prometedor, pero no termina de cerrarse. No siempre se resuelven los conflictos cotidianos.
5.- Se puede narrar desde la primera o desde la tercera persona, pero no se juzga, ni se analiza . El narrador debe ser invisible, pasar desapercibido y comportarse como una cámara de fotos. Es el lector el que debe sacar sus conclusiones y juicios de valor.

6.- [b][u] En las historias de realismo sucio cada pequeño detalle tiene valor simbólico. Se busca un efecto único para trasmitir la complejidad de la naturaleza humana. Son los detalles ambientales, los objetos que rodean a los personajes, sus gestos y las actitudes que presentan lo que nos dice que le sucede por dentro. Se debe hacer una cuidadosa selección de detalles aparentemente superficiales que sean reveladores.

Bueno y después de este pequeño rollo:
PLATOS SUCIOS.
Entró en el piso. Las diez de la noche. Dos horas más tarde de su horario habitual. Le dolían los pies. Soltó los zapatos en el estrecho recibidor. Escuchó el televisor. Caminó descalza hasta la sala. Vio su silueta a la luz mortecina del televisor.
―Hola. ¿Qué haces?
―Calla, Marisa. Estoy viendo el fútbol. Es la final.
―Mierda. No me acordaba. ¿Has sacado los filetes para la cena?
Antonio murmuró algo, mientras tomaba una cerveza de la pequeña mesa de cristal. Marisa suspiró mirando los cercos de humedad, dejados por la botella helada, brillando con la luz cambiante del televisor. La voz exaltada del comentarista anunció un gol que hizo que Antonio se hundiera más en el asiento.
Marisa salió de la sala, recorrió el estrecho pasillo a oscuras hasta la cocina, que iluminó con un pequeño golpe en el interruptor de la luz. El tubo fluorescente parpadeo hasta estabilizarse, la luz blanca resaltó los objetos sobre el banco y en el fregadero. Platos, vasos, cubiertos… abandonados desde el día anterior. Una bandeja de carne a medio descongelar en la pequeña mesa. Marisa empezó a cocinarlos mientras abría el grifo y llenaba la pila de agua. El dolor arrancando desde sus pies subía hasta las caderas y los riñones, cuando se inclinó a tomar el estropajo. La mirada fija en los azulejos manchados de grasa y agua.
― ¿Ya está la cena?―Antonio se apoyó en el marco de la puerta.
―En unos minutos. ¿Se terminó el fútbol?
―Está en el descanso. Estos imbéciles con los millones que ganan y no saben ni darle al balón. ¿Qué tal el día?
―Bueno… he tenido algunos problemas con el jefe…
―¡Ufff! No me hables de problemas. Hoy en la obra el encargado me ha amenazado con despedirme. No se puede hacer el trabajo de quince hombres siendo solo diez. El muy cabrón quería que hiciéramos horas extras sin cobrarlas. Le he dicho que no, que contraten más gente o que paguen las horas extras. Y los compañeros… los compañeros todos unos cerdos, tragando cualquier cosa… Venga, ponme la cena si está, que empieza el fútbol.
Marisa se secó las manos despacio. Sirvió las cortadas en un plato y se lo alargó.
― ¿Tú no cenas?
―No, me voy a dormir ya. Estoy muy cansada, ya acabaré esto mañana…
Antonio dirigió una mirada despistada a la cocina. Los platos a medio fregar, la encimera sucia, la pequeña mesa repleta de y bolsas para guardar. Se encogió de hombros y se marchó.

Marisa se metió en la cama, después de desnudarse, estirando sus miembros cansados como un gato. Y esperó el sueño, que llegó pesado e intranquilo.
Se despertó con los movimientos de Antonio. Abrió los ojos. Sentía la dureza del miembro en su interior. Como casi cada noche Antonio entraba en ella con eficiencia. A rápidos intervalos regulares. Les iluminaba el costado derecho la bombilla de la lámpara sin pantalla. Marisa se dejó hacer, con las piernas abiertas por él mientras dormía, recibiendo el peso sudoroso sobre su pecho y su estómago. Estaba cansada. Le dolían aún los pies de pasar el día en el supermercado, incluso las piernas que mantenía flexionadas le ardían. Dejó vagar la mirada por la habitación. “Ojalá termine pronto” pensó. Repasó brevemente su cara. Los ojos cerrados, la boca abierta, arrugas de concentración en la frente. Apartó la vista. No quería que la viera con los ojos abiertos. De pronto el ritmo del miembro cambió y la respiración de él se aceleró. Empujones irregulares, fuertes. Marisa suspiró y elevó un poco las caderas. Él se detuvo con el miembro completamente hundido en ella. Se sacudió un par de veces y con un chillido ahogado, se corrió. Antonio dejó caer la cabeza contra su hombro. Tomó aire un par de veces y le rozó la oreja con los labios antes de apartarse y dejarse caer en su lado de la cama.
―Apaga ya, Marisa.
Antonio puso el despertador, media hora antes que de costumbre. El sexo le ayudaba a dormir.
Fin

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