sábado, 28 de agosto de 2010

MIcro.

Hoy cumplía quince años. Desde hace diez estamos solos. Él y yo. Su padre no lo soportó. Nunca ha sonreído, caminado, hablado, besado. No puede verme y solo algunas veces sigue mi voz. Hace un mes mis dedos tropezaron con un pequeño nódulo. En mi pecho. Todo mi dolor en un pequeño bulto duro. Pruebas. Diagnóstico.

"Aún puede presentar batalla. Hay esperanza, dicen los médicos."

Quince años hace que murieron los sueños, diez la esperanza. Le cambio los pañales, le doy su comida acunándolo como a un bebe ―es un bebe ciego y mudo― en la cuna de mis brazos. La cuchilla nueva, en el ángulo de la bañera. Sostendré su cabeza contra mi pecho. El agua caliente y el corte en las muñecas. Vertical, para no causarle un dolor más. No morirá solo. Nunca ha estado solo. Después, cuando ya palidezca y sus labios se amoraten, le seguiré yo.

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