lunes, 30 de agosto de 2010

Miedo

Lo recojo como título de está comunicación indirecta. Sí, tengo miedo. No un miedo oscuro a que pasará mañana. Que será de mí o que no.

Empiezo a aceptar que la intensidad tiene poco que hacer en el mundo externo. Se ha quedado prendida de nosotros y no va más allá.
Los cristales rotos hacen daño, me decían anoche. Y es verdad, pero el dolor intenso del corte te recuerda que estás vivo. El calor de la sangre que se derrama el grado de locura que necesitamos para vivir.

Aún recojo más. No sé si lo que no te mata te hace más fuerte. Ni sé cuan fuerte quiero ser. Vivir bajo la sombra del “tú eres fuerte”, acaba aplastándote. Bajo ella se espera que aceptes casi cualquier cosa y salgas adelante. No te da opción a cansarte, ni a dejar caer el peso de cuando en cuando. Te lleva a negar la necesidad de acurrucarte por una vez desnuda de banalidades y pretensiones, temblando de miedo y de frío. De añorar la mano que te de calor, el abrazo que te sostenga.

Pero sí, dentro de unas horas, cuando de nuevo los momentos oscuros pasen, fingiré que todo va bien, que no siento miedo. Haré ver que nada me sucede, que no siento este dolor, que sigo intacta. Sonreiré y volveré a ocuparme de los asuntos prácticos. Sonreiré mientras hago cuentas mezquinas que nos permitan vivir otro mes. Volveré a decir cuando me pregunten como estoy, que bien, que estoy bien. Una respuesta absurda a una pegunta absurda. Cuando solo tú puedes saber hasta que punto no lo estoy.
Y sigo adelante y me muerdo las ganas de hacerme pequeña contra ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario