martes, 2 de junio de 2009

Ejercicio 28º: La palabra del día: Regañar

Lilith y la bruja.

—Niña, ven aquí ―la voz cascada de la anciana resonó en la cabaña escasamente iluminada por las llamas del hogar― ¿Qué has hecho?

―Lo que usted me dijo, Señora, como siempre ―Lilith se levantó del rincón donde había estado observando a la vieja bruja, inclinada sobre el gran caldero que burbujeaba en el hogar.

―No, no, no y no ―farfullaba la bruja, moviendo la cabeza, las greñas grises cayendo sobre su cara arrugada― Algo has hecho mal. Este hechizo no me falla nunca. ¿Has cogido el agua bien arriba en el arroyo, como yo te dije?

—Si, Señora. Caminé durante dos horas al amanecer hasta llegar donde el agua del arroyo fluía limpia, tan arriba no sube nadie del pueblo.

—Pues entonces… La madera ¿es de fresno? Seguro que fuiste tan perezosa, como para no bajar a buscarla al bosquecillo al pie de la montaña…

—Bajé, después de dejar los cubos con el agua del arroyo, que había arreado hasta aquí, dentro de la cabaña, en el caldero. Anduve más de una hora ladera abajo, hasta el bosque de fresnos. La tormenta de la semana pasada había desgajado ramas grandes de los árboles. Partí varias de ellas con mi hacha, las até en un haz y volví a subir montaña arriba, hasta la cabaña, y las apilé con cuidado en el hogar —dijo Lilith, mientras se acercaba paso a paso a la anciana.

— ¡Niña, que vengas aquí te he dicho! La pócima no huele como siempre, no tiene el color de siempre… Algo le falta y tú tienes la culpa Eres una niña tonta y descuidada —le regañó la bruja alzando la voz— ¿Quién me mandaría recogerte cuando tu madre murió? Si ella era tonta, tu eres tonta y media… Ya está, las piedras del hogar. ¿Te has acordado de cambiarlas? No funcionan más que para tres hechizos y este, es el cuarto de esta semana.

—Mi madre no era tonta, sólo se enamoró de un mortal ―La voz de Lilith tembló indignada, ya junto a la anciana inclinada sobre el caldero― Sí, lo recordé. Después de dejar la leña, caminé hasta el cementerio y recogí las piedras.

― ¡Ja! Que no era tonta, dices Se dejó preñar por un mortal y se alejó del Aquelarre para tenerte a ti, aún después de que nosotras nos encargáramos de su… enamorado, para hacerle entrar en razón ―dijo la anciana burlona, mientras alargaba la mano hacía los saquitos que colgaban de la repisa sobre el hogar, y empezaba a añadir a toda velocidad al agua hirviente diversos elementos: pelo de rata viva, excrementos de escarabajo, ojo desecado de búho, sangre en polvo de la primera menstruación de una doncella virgen sacrificada, ralladura de piel de ciervo recién nacido… ― Si lo has hecho bien… No entiendo porque no funciona. Necesito la pócima para esta noche… no tenemos tiempo de que repitas todo…La reunión es hoy y no puedo presentarme así ante mis compañeras. Esta noche es importante. Hoy es la elección para la Bruja Guía. Debo presentarme joven y hermosa. ¡Ah, ya casi…! Tal vez deba añadirle un poco de sangre fresca.

―Pensarán que has perdido tus poderes, y tal vez…―Lilith no miró a la anciana al hablar, ocultando sus pensamientos. Recordó el momento en que tomó la decisión: Las piedras eran del cementerio, sí, pero no de la tierra no consagrada de los suicidas. Las había recogido junto a la tumba de un pequeño ángel, que partió de este mundo entre los brazos dolientes y amorosos de su madre. La inocencia recién bautizada y sin mácula del niño, brillaba aún sobre las piedras.

― ¿Pero que dices niña? Mis poderes aumentan cada año que te tengo conmigo, como prometió tu madre antes de morir. Aún no he averiguado que hechizó utilizó. Ah, pero el sacrificio voluntario de una bruja es una magia muy poderosa. En realidad fue una suerte que os encontrará yo.


―Mi madre murió para salvarme. Si tú no hubieras intentado matarme…

— ¡Calla, niña! ¿Quién intentó matarte? Yo sólo os hubiera llevado ante el Aquelarre, ellas tenían la decisión. Eran sus hermanas, mis hermanas… pero no me quejo, no. Sus poderes junto con los míos son los que me han llevado al Consejo. Y el que tú no hayas manifestado poderes… ayuda. Es más fácil hacerte pasar por una torpe ayudante humana. Y ahora apresúrate. Tu sangre servirá. ―la bruja la miró codiciosa, era el momento de librarse de esa carga. Si el Consejo llegaba a enterarse de que la había mantenido con vida y oculta, alimentándose de la magia de la madre muerta, reservándola para si… No, no debía permitir que eso sucediera. Hoy sería su noche. La elegirían, por fin para dirigir el Consejo.

Lilith no la miró mientras sentía vibrar la magia en su sangre. Había conseguido ocultárselo a la vieja al igual que los sueños sobre su madre que le habían consolado toda su vida. Sueños que habían cambiado desde que cumplió catorce años, previniéndola contra mostrar los ligeros cambios que sentía en su interior. La capacidad de comprender los hechizos y sortilegios en el lenguaje antiguo. Los objetos que acudían a su mano en cuanto pensaba en ellos. El poder de provocar la lluvia cuando lo deseaba, el silencio contenido del bosque cuando ella caminaba por él. La energía de la tierra bajo sus pies desnudos, trepando por ella, llenándola hasta que la sentía desbordándose a través de su piel, de cada uno de sus cabellos volviéndolos más cobrizos, más rizados y brillantes. Había ido creciendo a lo largo del último año, junto con el resentimiento hacia la bruja. Hoy hacía quince años que su madre le había dado a luz, justo a media noche, oculta en una cueva, debilitada por el parto de su criatura medio humana hasta el extremo de no poder mantener sus hechizos de defensa, lo que hizo que la bruja las encontrara. Su madre…que le había protegido con su vida. Desapareciendo en remolinos de fuego y humo. Una muchacha frágil con su mismo pelo rojizo y unos enormes ojos verdes, que la miraban con amor.

Hoy Lilith sabía que podía vencer a la bruja. Los pasos estaban dados.

—Venga, niña. Ven, dame tu brazo. Sabes que no te haré daño. Sólo será un pequeño corte, una pequeña cantidad de sangre para tu Ama —Canturreó la bruja, sacando la daga que siempre llevaba con ella. Una sonrisa dulzona se dibujó en su boca sin llegar a sus ojos, que brillaban negros y voraces—Ven, Lilith, eso es, pon tu brazo sobre el caldero. Sólo será un minuto y no sentirás nada.

Lilith ya había contemplado esa mirada en la anciana. La había visto en sus sueños, mirando así a su madre cuando está, alzando una mano suplicante hacia la anciana de rostro duro, le apretaba a ella contra su pecho. Por mucho que dijera la anciana, sabía que había codiciado su suave piel de bebe, su sangre inocente, sus miembros como reliquia.

Lilith extendió el brazo sobre el caldero, dejando que la garra negra de la bruja lo sujetara, mantuvo la mirada baja concentrada en su propio cuerpo, en su sangre, en la energía que la recorría. El hechizo silencioso se formó en su cabeza, resonando en sus oídos, formándose en su boca, mientras la anciana levantaba la daga y la dejaba caer, cruel sobre la tierna piel de su antebrazo. La sangre llena de magia resbaló aún inocente goteando sobre el caldero, saltando entre las llamas, siseando en las piedras bañadas en el alma pura del bautizado. La bruja elevo una vez más la daga, murmurando conjuros sobre la cabeza de la niña. Lilith se irguió y dejó que sus ojos mostraran a la anciana todo su odio y su magia.

—Por la sangre inocente del neonato en el bautizo, por la sangre de la doncella sin mancha, por el dolor de la madre sufriente, por todas las víctimas de tus malignos fines —la voz de la niña surgió oscura, redonda, envolviendo a la bruja, apagando las voces del fuego, el borboteo del agua, creciendo hasta llenar la cabaña, expandida en el universo— pido a los dioses antiguos, ruego a la energía primigenia que crea y destruye que la fuerza de las aguas puras, que el poder del fuego te arrebate lo que posees, que el poder de la lluvia y de la tierra bajo mis pies tome aquello que da sustento a tu alma depravada…

La daga tembló en la mano de la anciana. Resbaló surcándole el brazo macilento arrancándole minúsculas fracciones de piel, haciendo caer sobre el caldero una lluvia fina de sangre polvorienta y reseca. Gritó tratando de apartarse de Lilith, de huir del vapor blanco, caliente que se elevó de súbito del caldero al caer su sangre junto a la de la niña. La muñeca de Lilith giró resbaladiza entre sus dedos y la mano joven y firme la apresó. El vapor se transformó en una neblina espesa, luminosa al contacto con su piel, envolviéndola, devorándola, pegándose a su cuerpo. Las llamas se avivaron buscándola, iluminando el rostro arrugado, la boca abierta en un grito silencioso, los ojos muertos y duros confusos. La magia encerrada en su cuerpo presionando brillante y diáfana todos los poros de su piel, dispuesta, acudiendo a la llamada de Lilith.

—Por el Sacrificio de mi madre muerta… Yo, Lilith, ordeno que la magia abandone tu cuerpo, que tus pecados recaigan sobre este, que tu perversidad se vuelva contra ti. Que tu crueldad y tu maldad se conviertan en las cadenas de tu alma en este mundo y en el otro.

La voz de Lilith se convirtió en una ráfaga poderosa de viento, alzando las llamas, volcando el caldero, disipando la niebla que envolvía a la bruja, entrando en su boca abierta. La piel de la anciana se abrió emitiendo finísimos rayos de luz, la magia abriéndose camino a través de su cuerpo…consumiéndolo hasta estallar en una potente oleada de poder, que corrió vertiginoso, crepitando en el aire hasta centrarse en Lilith, en el alma de Lilith, en su espíritu y la alzó, la zarandeo, la envolvió hasta penetrar en ella.

El silencio gradual fue retornando a la cabaña. El fuego del hogar, casi consumido apenas iluminaba el cuerpo de la joven tendido a su lado. Los párpados translucidos reposando sobre sus ojos. Su piel, su pelo emitiendo un ligero fulgor, la respiración lenta y acompasada. La luz del amanecer empezó a filtrarse por los tablones de la cabaña, cuando una presencia se acercó a ella. Una mano ligera, apenas visible acarició sus cabellos y su cara. La niña abrió los ojos. La figura delineada por la luz del amanecer de una joven de ojos verdes la miraba sonriendo.

—Has sido valiente, niña mía. Ahora, sal al mundo. No tengas miedo. Vive. Busca tu camino. Nunca estarás sola. Limpia tu corazón de odio —la voz dulcísima de sus sueños acariciaba su alma— Yo siempre estaré… cuando me necesites...

La figura se desvaneció. Lilith sintió las lágrimas resbalar por sus mejillas. Se levantó. La energía fluía por su interior. Durante un momento cerró los ojos intentando apresar aún la calidez de la presencia en ella. Después caminó hacia la puerta, abriéndola, dejando entrar la luz de un nuevo día. No miró atrás, a los despojos que ardían lentamente al lado del fuego, las ropas negras de la bruja, los mechones blancos consumiéndose…Avanzó un paso, cruzando el umbral. Emergiendo a la luz del sol.
Fin

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