sábado, 19 de enero de 2013

Horas extrañas

Llegué a casa poco antes de las cinco de la tarde. Después de trabajar me fui de tiro al centro comercial Aqua para hacer unas compras. Si hubiera sabido que estaba tan cansada no hubiera cogido el libro y me hubiera tumbado "un ratito" en la cama. El ratito se ha prolongado hasta las dos de la mañana, con la luz encendida y completamente vestida.
Medio dormida aún, he ido al baño, era obligado. Me he desnudado por el camino y al salir llevaba ya el pantalón de chandal con el que suelo dormir y la camiseta. Me he vuelto a acostar. He razonado conmigo misma que era lo mejor que podía hacer siendo la hora que era.

De hecho he razonado con mi mente y mi mano con mi cuerpo. Y claro, mi imaginación (que parte de mi mente) se ha aliado con la mano y ha mezclado recuerdos y fantasías hasta conseguir que me "relajara". Disfrutar, lo he disfrutado pero no me ha relajado. Así que cuando mi cabeza ha intentado seguir vías extrañas, menos agradables y divertidas que las anteriores, he pensado que mejor era hacer otra cosa.

Podía haber abierto el word donde de vez en cuando voy haciendo crecer algo que no sé bien que es. Pero no, he vagabundeado por la red. Tengo en la cabeza el proyecto de Ana, la lectura de los relatos y las reseñas para Ginés. Pero no estoy muy productiva. Es como un tiempo fuera del tiempo.

Escribo y miro la ventana, es un recuadro oscuro, con las farolas al fondo y los semáforos cambiando de color. A estas horas da igual el color que tengan. En todo caso detienen o dejan pasar el tráfico que guarde en su memoria.

Estoy dispersa. En ocasiones mi dispersión recurrente me conduce a entretenerme con curiosidades más o menos absurdas. Hoy parecen conducirme a una pequeña depresión.

Enciendo la tele en uno de esos programas musicales para alejar los recuerdos que aún duelen. Y estos me paralizan porque no puedo abrirlos al mundo. Solo desmenuzarlos en silencio. Mi silencio. Tu silencio. Es lo único que sirve cuando lo demás ha dejado de funcionar hace mucho.

Un tiempo callado, un tiempo muerto. Todo perdido ya en ese paraje absurdo que ni siquiera mueve a las pesadillas. O no debería, no debería... Excepto quizá en este tiempo extra que no querría ser mío. Que ya no es mío. Ni nuestro.
Imagino estas horas mortales como una maldición que dejaremos en herencia a otros y estos a otros más y de nuevo se repetirá el ciclo. Y serán otras risas fantasmales las que resonarán en la noche, otros descubrimientos, otras angustias, otras felicidades, otras discusiones, otras reconciliaciones, otras rupturas una y otra vez en un ciclo eterno en el que solo cambian las caras de los pobres desgraciados a los que estas horas eligen para expandirse y robarte cada una de las horas de tu día. Como un virus agujerean esos pobres cerebros indefensos para alimentarse de todo sueño, de toda esperanza. Algunos sobrevivimos, otros no. Pero todos pagamos un peaje, a todos se nos rompe algo, se nos roba algo.

2 comentarios:

  1. Por alusión, te diré que no hay prisa en esa reseña, las horas de sueño son más que necesarias. La noche a veces es un ser vivo que se alimenta de nosotros, acaso tan solo el sueño nos proteja de su influjo y su zarpazo. Feliz fin de semana.

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  2. Sí, días extraños, en los cuales aparentemente no hay un porqué que nos induzca a ellos; aparentemente vacuos, aparentemente perdidos... ¿Aparentemente? Sí, estoy dispuesto a jurar y perjurar que sólo aparentemente, que la mezcla de sentimientos , pensamientos, terrenales y fantasiosos no son otra cosa que tratar -en otro plano- de colocar cada cosa en su lugar, algo así como si desfragmentaramos el disco duro. Aunque nosotros desconozcamos el porqué, todo lo tiene... por eso soy de los que opinan que hay que disfrutar todos los momentos... incluidos esos que nos hacen sentirnos fuera de todo lugar.

    Un beso mi pequeña May.

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