miércoles, 16 de enero de 2013

Día a día

Estoy aquí, 6:28 de la mañana y no sé bien que contar, aunque mis pensamientos, en las noches, justo antes de dormir, bullen. Y algunas mañanas como hoy me pican los dedos sobre las teclas.

La vida discurre atareada y me arrastra. Cada día igual y cada momento diferente. El trabajo es cansado, estresante a veces y aún así hay algo muy satisfactorio en cuidar de otros y hacerlo lo mejor que se puede. Más allá de que te permita sobrevivir, hay algo que se te rompe dentro cuando tienes a alguien tan indefenso delante, que solo puede comunicarse con una mirada o un apretón de sus manos. No hay más exigencias que la del corazón y la ternura que despierta. No acabo de entender, aunque a veces lo vea, como se puede ser indiferente, lejano y frío ante estas personas que ya fueron más que son. Como no mirarlas a los ojos y ver y conmoverse con su terror, sus miedos, su dolor. Esa angustia del que no comprende nada.

No podemos ponernos en su lugar. Eso ya lo hará la vida por nosotros. Pero hay en su mirada un grito silencioso que hace que mis manos acaricien, que encuentre la belleza de esas mejillas un poco ásperas, un poco manchadas, cubiertas de arrugas y besarlas, hay algo en ese cuerpo frágil, quebradizo que me lleva a abrazarlo, a tratar de prestarle algo de mi fuerza. A protegerlo, anclarlo ante lo que sabe que vendrá.

Y, cuando su mirada se vuelve hacía mí confiada, abandonada, intento conseguir una sonrisa, aunque sea una sola en la jornada, arrancada de no se sabe que mundos fantasmales, marañas de recuerdos en los que su mente se pierde.

Cierto que casi cada día me duele la espalda, cierto que a duras penas llego a fin de mes, cierto que hay días que son agotadores, que llego a casa lista para la ducha y el sofá pero también siento cada mañana que lo que hago cada día merece la pena.

4 comentarios:

  1. Poco se puede decir, agradecerte anónimamente que hagas eso cada día con la esperanza de que alguien lo haga igual de bien, de profesional, de comprometido cuando seamos nosotros los frágiles, los que necesitemos esa mano reconfortante.
    Gracias.

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    1. Tanto como anónimo, Ginés... Ya hace que no nos vemos, pero vaya.
      Pero en realidad sí, estaría bien que al menos hubiera respeto en el trato. Todo influye y recuerdo muy bien las lágrimas de mi madre ante un comportamiento, digamos, "brusco" por alguna auxiliar.

      Nada de gracias.
      Un beso.

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  2. Reflexiones y más reflexiones, al punto de querer individualizarlas porque incluso en ese trance, no dejan de ser individualidades dentro de un panorama común.
    El momento de la historia que nos ha tocado vivir, de prisas y quererlo todo ya, nos ha alejado de la comprensión de que un día, con suerte, también seremos ancianos necesitados de una caricia amable, de unos oídos dispuestos a aprovechar algo por nosotros vivido y que se escapa de nuestras manos. Antaño, si, cuando los ancianos "se desvanecían" en la propia casa, encontraban motivos suficientes para sonreír cada día aunque fuese con poco que llevarse a la boca.

    Mis felicitaciones, mi pequeña May.
    Muacks

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    1. Ahora se vive en la cultura del ya y de la novedad. Aunque quizá salgamos de esta con otras ideas que no sé si valores. Algunos nietos vuelven a convivir con sus abuelos, a ancianos se los saca de las residencias, ya se sabe porqué. Con suerte se descubrirán otros motivos o posiblemente no.
      En general se pretende ignorar la enfermedad, la vejez y la muerte. Se oculta para no morirnos de miedo ante lo que es inevitable, como si pretendiéramos ser inmortales.
      Somos lo que somos.


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