domingo, 15 de marzo de 2009

Ejercicio taller: Espacio subjetivo

Había vuelto. La fresca brisa de la mañana recorría sus brazos desnudos, el cielo sobre ella, infinito, casi blanco, aún más grande de lo que recordaba. Solitaria, en la inmensidad de las tierras que rodeaban su casa de siempre.
El dulzón olor del espliego llegó hasta ella. Su aroma le hizo ver por un momento las manos de Mario prendiéndole una flor recién arrancada en su blusa, antes de besarla. Buscó las flores, frescas y vivas, por el campo que se extendía a sus pies. Él ya no estaba. Tomó una rama entre sus dedos. El sol había quemado los pétalos de las flores. Minúsculos insectos la recorrían, devorándola. La tiró lejos de si, con asco y rabia. La flor estaba muerta. Como ella

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