domingo, 1 de febrero de 2009

Ejercicio 2 (23-01-2009) Habitación imaginaria

Una habitación no muy grande. Orientada al este, con una ventana velada por un visillo blanco y cortinas claras que puedan correr se sobre ellos para darle una mayor intimidad en la noche. La habitación estaría pintada de blanco. Las paredes, el techo. Una lámpara en el techo bajo, con tres focos de luz amarilla. Dos de las paredes estarían recorridas por estanterías del suelo al techo llenas de libros. De cualquier libro que me haya gustado en mi vida. Libros viejos, un tanto deshojados, algunos sin cubiertas. Otros recién comprados con su olor a libro nuevo. Y toda una sección para aquellos que sé que debo leer y aún no he podido. Algunos por que no me sienta aún capaz de llevar a cabo su lectura, otros por que crea que no me van a gustar, pero que me sorprenderán en su momento. Yo lo sé.

En la tercera pared, mi ordenador, sobre una mesa lo suficientemente grande para contener también mis papeles, mis bolis y mis carpetas. Por supuesto el libro que este leyendo en ese momento. La lámpara de pie, una de ellas, estaría justo al lado, para darme una luz íntima, cálida mientras escribo. Justo al lado y con vista a la ventana me encantaría tener esa mecedora de mi abuela, la que de niña estuvo una vez en casa para que mi padre la arreglara. De madera oscura y asiento y respaldo de rejilla. Con cojines grandes, cuadrados, Los veo blancos, con puntillas recorriendo sus bordes y unos lazos primorosos atándolos a la madera, Me sentaría en ella, cuando deseará leer. O bien mirar a la calle, entre los visillos. En medio de la sala, aunque quede un poco desordenada, un poco llena hay un sofá: largo, cómodo, con una mantita encima y al lado la eterna mesita auxiliar en madera oscura y cristal dónde hay inevitablemente un vaso con café y un cenicero con un cigarrillo humeante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario