martes, 3 de febrero de 2009

Ejercicio 5 (01-02-2009) Tristeza

Irreal, fantasmal, vive la tristeza en mí. Va más allá que cualquier otro sentimiento que posea, al menos hoy. La tristeza es una mezcla de desesperanza, de nostalgia por lo que se fue y por lo que pudo haber sido. La tristeza soy yo. En la cobardía, en el dolor e incluso en la entrega. Todo esta teñido de su toque. Todo lo que toco, todo lo que siento, todo lo que pienso esta impregnado por una capa sutil, como polvo de tristeza. Sé que esta ahí, en las puertas de mis ojos, lista para salir en forma de agua. Agua que retengo y contengo para no desbordarme, para no reconocerla y no darle poder sobre mí. Pero ahí está. Ácida, rabiosa, amarga. La recubro del terciopelo de los buenos sentimientos, de los deberes cumplidos a medias, de la penosa satisfacción de ser quién más sufre. La retengo con las dos manos, me envuelvo en ella, la huelo, la acaricio, la tomo para mí. Es mi corona de espinas clavada en la frente, es mi látigo de masoquista oculto, enterrándose en mi carne. Es la garganta abierta de la víctima que se entrega conocedora de su destino. Es el alimento interno de mi alma creadora, vampírica. Sensaciones inútiles en su totalidad. Vacío tembloroso. Agujero sísmico. Mi corazón sangrante y solitario. Estoy sola frente a ella, con ella y en ella. Es el alimento transustancial. La carne convertida en pan. Yo devorándome a mi misma, en un ciclo continúo. La vida envuelta en la nada. Me siento vacía y perdida, ausente de mi propio transcurrir. Sin esperanzas de ser. Olvidada y fuera del pensamiento. Muerta sin remisión en este mundo extraño de sentimientos y no soy y no seré y se me rompe el alma. Me debato en el paraje inhóspito de mi interior. Trato casi cada día de ignorar el viento helado que lo recorre, los filos de los precipicios, de las rocas que lo pueblan, intentó no ver la sangre que mana de mis heridas, intento no saber que mi cuerpo desnudo se muere allá dentro. Miles de pequeñas heridas que nunca se curan. Cierro los ojos a mi rostro mutilado, a mis manos vacías, a mis pies vacilantes. Mis pechos, mis caderas, mi sexo se secan, se marchitan arrebatada su humedad por el viento voraz que me recorre

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